Los 47 refugiados ucranianos que Galucrania rescató en la estación de Varsovia
AROUSA
Muchos vienen de pueblos «en los que no queda ni una casa» y otros llevan días durmiendo en el suelo; 37 de estas personas serán acogidas en O Salnés
14 mar 2022 . Actualizado a las 20:12 h.El autobús de Benito Abalo que partió el pasado viernes de Vilagarcía tenía dos misiones claras. La primera, dejar en Varsovia ayuda humanitaria que permitiera atender a los millones de ucranianos que están desbordando al país vecino en su huida de la guerra. La segunda, traerse a 52 de esas personas para acercarlas a sus amigos y familiares que residen en otros países o para ofrecerles la posibilidad de empezar de nuevo en la comarca de O Salnés. El problema es que, con una guerra de por medio, las cosas no siempre salen según lo planeado. Al final son 47 los refugiados que el ayer por la mañana emprendieron el viaje, 37 de ellos llegarán hasta O Salnés. En sus pequeñas mochilas traen mucho miedo, algo de incertidumbre y un millón de historias que ponen los pelos de punta.
En el autobús vilagarciano viajan Pablo Rial y Benito Abalo, que se ocupan de conducir el vehículo, y Sergiy Nigeruk, que hace las funciones de traductor. Cuando tiene lugar esta conversación, a la una de la tarde del domingo, están a la altura de Berlín y cuentan con hacer noche en París para poder descansar en un pequeño hotel. «Llevamos gente, como una familia con un niño de ocho años, que lleva días durmiendo en un hotel. Necesitan descasar», cuenta Sergiy. Él, aunque no lo dice, también tiene que estar agotado. Salió el viernes de Vilagarcía y, tras un maratoniano viaje, llegó a Varsovia en la madrugada del pasado sábado.
Allí se encontró con que los pasajeros que tenía que traer de vuelta ya no eran tales. «Las listas cambiaban constantemente, porque había gente que ya había encontrado otra forma de viajar», relata. Las altas y las bajas eran constantes y, al final, la asociación Galucriana, organizadora del viaje y que se encarga de toda la intendencia desde Galicia, encontró a 49 personas dispuestas a viajar. Pero Sergiy quería completar el autobús así que se decidió a recorrer la estación de Varsovia preguntando quién precisaba transporte. Entre unos y otros consiguieron reunir a un buen grupo de refugiados y, aunque nueve no se presentaron a la cita, sí lo hicieron 47, que con todos sus miedos e inquietudes se subieron en el autobús vilagarciano.
Francia y España
Buena parte de los refugiados llevaban días durmiendo en la estación de Varsovia, donde hay voluntarios que les dan comida caliente y los atienden. «Los hoteles de Polonia están llenos y muchos dicen que en los campos de refugiados hay enfermedades, por eso no quieren ir», cuenta Sergiy. De los 47 refugiados que viajan en el autobús, uno se quedará en Francia, otros en San Sebastián y Bilbao y 37 llegarán a tierras arousanas. «La mayoría son mujeres y niños pequeños, de tres años. Tenemos varias familias y dos jóvenes que no sabemos cómo salieron de allí. También hay jubilados», explica.
La desconfianza reina entre ellos, «cuando alguien se les acerca y les dice que los lleva a otra parte de Europa con autobús y comida gratis tienen miedo, claro», cuenta Sergiy, porque como en todas las guerras las mafias también ha hecho su aparición. Llegan casi con lo puesto, escapando de una guerra que ha destruido todo lo que conocían. «Traen la documentación y cuatro cosas que cogieron antes de marchar», añade. Y, entre lo poco que cuentan, se escuchan historias terribles. Como que en sus pueblos ya no quedan casas en pie o que una familia entera murió cuando estaba cargando su coche para huir porque le cayó encima un misil.
Poco a poco, a medida que el viaje avanza, el ánimo va mejorando en el autobús. «No se esperaban lo del hotel y nos preguntan cuánto les vamos a cobrar», explica. Tiene más preguntas, las que cualquiera tendría en su situación. «Quieren saber a dónde vamos, cuál es la situación allí y quién les va a acoger. La mayoría van con niños y les preocupa quedarse en la calle», relata el traductor. De realojarlos se ocupará Galucrania, como se ocupó de toda la intendencia del viaje, desde los papeles de los refugiados a la reserva del hotel en el que pasarán la noche, entre otras muchas cosas. La asociación cuenta ya con una lista de voluntarios que dará casa y cobijo a estos primeros ucranianos que llegarán a O Salnés. Tendrán que ayudarlos a empezar una nueva vida, porque todos tienen claro que quieren trabajar. «No quieren que les paguemos todo, dicen que quieren pagarse sus propias casas». Y algunos sueñan con que, algún día, podrán regresar a su país, «porque dejaron allí a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos...».