Galicia, añade Sito, vive un momento particularmente dulce. «Tenemos una suerte inmensa, con setenta y tantas castes [variedades, en castellano] de uva propias, algo que no se da en ninguna otra zona de España y en muy pocos fuera de aquí. A nivel internacional, Galicia está comenzando a verse en el mapa vitivinícola. Hay una generación de bodegueros que suman la formación a la experiencia y a la tradición. Aquí están pasando cosas, nos están pasando a nosotros en este momento, y tenemos que disfrutarlas y aprovecharlas».
La estructura de Castes responde a este propósito. Cada año, el 70 % de las bodegas invitadas proceden de distintos puntos de Galicia. El 30 % restante llega desde otras áreas de España, de Portugal, Italia o Francia. «Valorar el vino también significa ponerlo en contexto, y lo que pretendemos es establecer una comparación con lo que se hace en otros lugares para demostrar que lo que se está haciendo en Galicia se encuentra a un nivel excelente». El término independiente cobra, aquí, todo su sentido. Los bodegueros que acuden no representan a ninguna denominación, sino a sí mismos y a sus propios criterios, a su trabajo con el suelo y la vid, lejos de constreñimientos. «Te lo explican en persona, ellos mismos, mientras pruebas sus vinos». Difícilmente podría pedirse más.