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Los sentimientos del pulpo

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

MARTINA MISER

En España, se defiende igual a 13 millones de mascotas que a 6 millones de niños

26 oct 2021 . Actualizado a las 15:04 h.

El animalismo nos sume en la perplejidad. Quizás llegue un tiempo en que los animales sean considerados personas y nuestros descendientes se avergonzarán de que sus tatarabuelos los trataran como animales. Se contarán historias sobre la liberación de los bichos, que entonces serán tratados como seres con sentimientos a quienes se debe proteger, con los mismos derechos que los mamíferos humanos, y no como bestias sin alma sobre las que actuar de manera desalmada y violenta si no nos obedecen.

Habrá películas sobre la lucha de las vacas y los conejos por ser libres y ganarán premios, al igual que hoy vemos con gusto y sentido de culpa las películas sobre el esclavismo. Pero todo esto sucederá en otro tiempo, dentro de unos años. Mientras llega, seguiremos sumidos en la perplejidad cada vez que leamos noticias como la protagonizada esta semana por Jane Fonda.

La actriz americana se ha escandalizado de que haya gente que come pulpo y cuando se ha enterado de que en España existe una región donde es plato idolatrado, se ha rasgado las vestiduras y ha anunciado que hará una campaña para que los ciudadanos boicoteen los restaurantes donde se cocina.

El tema es serio porque las propuestas animalistas tienen mucho predicamento y muchos seguidores, aunque parece difícil que los consumidores renieguen del pulpo ahora que se ha convertido en comida popular en todo el país. Si hubiera que destacar un alimento destacado, un manjar sorpresa y un plato revelación de la pandemia en España, ganaría el pulpo de calle.

Hace dos años, solo en las pescaderías selectas y en las líneas de frío de algunas grandes cadenas de alimentación se podía encontrar pulpo ya cocido y capaz de mantenerse fresco una temporada en su envase. Pero durante los meses de la pandemia, por una inexplicable razón, el pulpo envasado y casi listo para comérselo ha llegado a los supermercados populares de barrio de Albacete, Teruel y Cáceres y ha triunfado.

Y no solo eso: también ha ido apareciendo, poco a poco, en las cartas de los restaurantes y ya es oferta diaria e inexcusable. Eso sí, es un pulpo con cierto deje sofisticado que llega a la mesa sobre un lecho de parmentier de patata o asado y con patatas al puñetazo: cocidas con piel y luego le dan un golpe fuerte. Como ven, sigue siendo lo básico: pulpo y cachelos, pero con un toque diferente y, desde luego, no faltan la sal, el aceite de oliva virgen extra ni la sal gorda.

La revista Viajar publicaba días atrás un mapa con los platos tradicionales de cada región: marmitako en Euskadi, paella en Valencia, fabada en Asturias, migas en Extremadura, cocido montañés en Cantabria y pulpo á feira en Galicia. Pero hoy, ya digo, aquel pulpo que solo se comía en Galicia, ha saltado el telón de grelos y se saborea en toda España, lo que quiere decir que el animalismo debe extender su mirada a todo el país si el boicot de Jane Fonda se sustanciara en una campaña feroz.

Asegura la actriz americana que «los pulpos tienen emociones, que son criaturas sensibles y tremendamente inteligentes» y que no deben acabar en el plato. Además, son animales que asombran por su inteligencia, son capaces de predecir quién ganará el mundial de fútbol o seducir a productores y cineastas para protagonizar trabajos dignos de Oscar. Cuenta The Guardian que, en el Reino Unido, el Parlamento británico discute un proyecto de ley, en segunda lectura en la Cámara de los Lores, que defiende que pulpos y langostas son seres con sentimientos y, por tanto, deberían protegerse.

Si Jane Fonda hubiera tenido un primer encuentro con el pulpo como el que tuve yo hace 40 años, seguro que intensificaba su campaña anti-pulpo. Fue en A Illa de Arousa, en el muelle. Acababa de desembarcar de la motora y me fijé en un hombretón recio y fuerte que bajaba de una barca sosteniendo una gran caja de madera llena de unos animales viscosos de color muy claro. El hombre empezó a golpear aquellos bichos contra las piedras del muelle. La escena era de una violencia inaudita y yo no entendía nada hasta que me explicaron que golpeaba los pulpos para reblandecer su carne.

Esa escena, dentro de 50 años, quizás desate la misma indignación y sentimientos parecidos a los que nos embargan cada vez que vemos en el cine una de esas violentas escenas en las que un negrero castiga la espalda de un esclavo a latigazos en una plantación de algodón.

Puede ser que el pulpo sea una criatura sensible, inteligente y con emociones, pero no vamos a hacer ahora distinciones entre animales. Todos serán iguales entre sí e iguales a los seres humanos. El otro día, en una acera, vi a un padre con un niño rogar a un joven con tres perros sueltos que tuviera cuidado con los animales. El joven replicó que quien debía tener cuidado era el padre con su hijo. En España hay más perros que niños: 6.265.153 menores de 14 años frente a siete millones de perros. En total, mantenemos 13 millones de mascotas, es decir, en España hay el doble de mascotas que de niños. Y aunque el animalismo nos suma a muchos en la perplejidad, es lo que hay.