No valora la posibilidad de vender ninguna de las aves de Madagascar y ya vienen más en camino porque tiene otra pareja esperando. «Jamás vendería un vasa, como mucho podría regalárselo a un amigo que supiera que lo fuera a cuidar con la misma pasión y mimo o si se fueran a utilizar para repoblación o en el Loro Parque, ya que se trata de una especie prehistórica en peligro de extinción», advierte. De esta misma pareja hay otro huevo a punto de eclosionar, pero este último lo ha dejado con sus progenitores para poder tener también la referencia de cómo evolucionan. Los otros están siendo criados a mano por José Doval Ucha «hasta que puedan comer por sí solos». Hasta entonces esta gran familia vive pendiente del wasap y de las idas y venidas entre O Porriño y Gondomar para poder seguir de forma conjunta la que, sin duda, es toda una aventura.
Durante quince años intentó de todo para conseguir criar. «Cambié de alimentos, de jaulas, los nidos...», recuerda sin hallar la clave de este hito. Haberlas haylas, bromea, ya que lo que hizo durante la pandemia fueron obras de ampliación en el aviario y fue entonces cuando se produjo este bum demográfico porque tiene otra pareja de Madagascar a punto de criar y otra de guacamayos. Mantiene el contacto con un criador de Estados Unidos, con otro de Brasil y con responsables del Loro Parque. «Todos están sorprendidos e ilusionados como yo», explica Penedo feliz por haber conseguido su sueño y, con la misma, ayudar a salvar una especie de su posible extinción.