Certificado ruso de vacunación y traducción jurada para poder viajar a Galicia

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

El arousano Juan Oliveira acaba de recibir la segunda dosis de la Sputnik V en San Petersburgo y espera poder regresar en verano de vacaciones

02 mar 2021 . Actualizado a las 14:09 h.

Exactamente tres semanas más tarde de haber recibido la primera dosis, Juan Oliveira Martínez acudió este lunes a su centro médico de referencia en la ciudad rusa de San Petersburgo para completar su inmunización frente al coronavirus. Los plazos se han cumplido matemáticamente, aunque el tiempo transcurrido parece haber desencadenado algunos cambios en la organización del proceso. «Fue todo rápido, aunque un poco más caótico y había más gente que la primera vez», relata el profesor arousano minutos después de su segunda inoculación con la vacuna Sputnik V. «En teoría de 9 a 12 de la mañana, nos atendían a los de la segunda dosis, pero se colaron algunos de la primera y andábamos mezclados». A partir de ahí, comprobación de documentos, chequeo de tensión y vacunación, que es lo importante. Juan espera poder viajar a Galicia en verano. Claro que para ello, y a despecho de lo que la Unión Europea establezca con respecto al movimiento de viajeros hacia y desde el exterior del espacio comunitario, tendrá que proveerse de determinadas acreditaciones.

El primer paso consistirá en que las autoridades sanitarias rusas tengan listo su certificado oficial de vacunación, que el interesado debe descargar de Internet. «Entonces tendré que llevarlo a un intérprete jurado [un traductor reconocido por organismos oficiales] para que traduzca el documento al español y también al inglés y así poder viajar en verano a casa, a Vilagarcía, sin ningún problema». No obstante, Juan explica que, de momento, en Rusia no se está exigiendo ningún justificante de vacunación. De hecho, él mismo tuvo que insistir ayer para que le entregasen un documento que certificase su condición de receptor de las dos dosis de la Sputnik. «Nos dijeron que se publicaría en Internet, en la página de servicios al ciudadano, pero insistí hasta que me escribieron una notificación sellada por los médicos».

En el momento en el que Juan Oliveira mantuvo esta conversación no había detectado ningún efecto secundario. Habrá que ver cómo evoluciona la cosa en los próximos días, ya que, si bien no fueron complicaciones graves, tras la primera dosis sí se presentaron ciertos síntomas de malestar. «La primera noche lo pasé muy mal, empezó a dolerme la cabeza y la fiebre me subió a 38,9 grados. Al día siguiente por la mañana estaba bien, aunque por la tarde la temperatura volvió a subir a 38. Un día más tarde ya todo estaba normal».

Por lo demás, queda claro que las ganas de pasar página frente a la pandemia no conocen fronteras. Si la reapertura de los bares a orillas del Atlántico animó a los gallegos a tomar las terrazas el fin de semana, en el Báltico la gente tampoco se arruga. «La semana pasada hubo un puente aquí. Mi mujer Katya y yo fuimos a un hotel SPA para aprovecharlo, y estaba lleno; un auténtico hervidero», señala Juan, quien al mismo tiempo subraya que el número de contagios en Rusia continúa cayendo: «Estamos en unos novecientos al día, cuando hace tres semanas eran 1.500».

Cuatro años y medio en Rusia

Juan tiene 31 años y reside en San Petersburgo desde hace cuatro y medio. Estudió Filología en Santiago para, a continuación, cursar dos máster en Madrid y acabar mudándose a Londres, donde compaginaba una plaza como profesor de lengua española en un instituto con un doctorado en Lingüística. «Cansado del estilo frenético de vida de esa ciudad -explica- empecé a buscar trabajos en Europa del Este y Asia, y me surgió la oportunidad de venirme aquí. Lo hice, aunque no sabía hablar el idioma ni conocía el alfabeto, y fue la mejor decisión de mi vida». El joven profesor se casó con Katya -«ella es de Yakutia, en el lejano oeste siberiano»-, regenta su propia academia de español, Olé, y asegura que, una vez roto el hielo, «los rusos son gente cercana, generosa y de buen corazón». Está como en casa. Y ahora, vacunado.