Ventura Portas, amigo y barquero de Camba

Benito Leiro (Cronista oficial de Vilanova) VILANOVA

AROUSA

cedida

También jugaban al póker y al julepe y el periodista le daba clase de inglés a su amigo

18 dic 2020 . Actualizado a las 14:31 h.

«A Julio Camba le gustaba tomar el sol como Dios lo trajo al mundo en la playa del Terrón». Así recordaban hace años las hermanas Pombo (Carmela y Lourdes) esta excentricidad ?libertina para la época- del gran escritor vilanovés, nacido hace 136 años en el barrio marinero de Vilamaior.

En 1998 publiqué un artículo titulado Julio Camba, un nudista en Vilanova, que pretendía reflejar las andanzas del veraneante extemporáneo en su pueblo natal. De aquella entrevista con las hermanas Pombo Fernández quedó pendiente de reseñar que Ventura Portas era el amigo barquero que cruzaba el estrecho del Ariño para dejar al bañista Camba en el pinal de O Terrón. El escritor caminaba apenas 300 metros hasta el Con da Mina, una roca prominente en la cual se tendía para dejarse acariciar, a cuerpo gentil, por la brisa marina y los rayos solares.

En una de sus crónicas de El Mundo el propio Camba describía los apuros que debían pasar los bañistas para practicar nudismo: (…) Se desnuda uno en un rincón de la playa, esquivando las miradas de los chicos que le harían burla y, cuando va a lanzarse al baño, el amigo de la localidad exclama indefectiblemente: La verdad es que esto no puede ser más pintoresco! (…) (El Mundo, 25 de agosto de 1909).

Efectivamente, Ventura Portas no era solamente el barquero de Camba, sino que oficiaba de vigilante para evitarle al escritor sorpresas indeseadas y burlas hirientes. Practicar nudismo hace un siglo era un desafío similar al que afrontó el profesor Miguel Cancio en el Castro de Baroña, en los albores de la transición de la dictadura hacia la Constitución del 78.

Además de oficiar como barquero de Camba, Ventura Portas jugaba con él al póker y al julepe en el viejo Casino de O Cabo. El escritor le daba clases de inglés a su amigo, a cambio de unos cuantos pichones que la familia Portas guardaba celosamente en un palomar que todavía existe en el barrio de O Castro. Según nos recuerda Manuel Portas, sobrino de Ventura, su tío «jamás aprendió inglés», pero Camba sí degustó deliciosos asados de pichón. Se los preparaba su fiel asistenta Felisa Rey. La personalidad de Ventura Portas dejaba traslucir un cierto aire cambiano. Soltero impenitente, individualista, bon vivant, gran conversador y polemista cuando se terciaba, Ventura impartía cátedra de dominó a la hora del café en el emblemático bar Santos.

El «maestro», como le llamaban sus compañeros de partida, solía enfadarse cuando perdía y su pareja recibía las amonestaciones pertinentes por haber «jugado mal».

Ventura era uno de esos personajes peculiares que dejan huella. A sus 90 años conservaba esa capacidad tan vilanovesa de reír en serio, así como la lucidez mental suficiente para discutir cualquier asunto con ingenio y criterio atinado, sin lugares comunes ni ideas de segunda mano, como le gustaba a su amigo Camba.