«Iba a dar la vuelta al mundo y el mundo se dio la vuelta»

Bea Costa
Bea Costa CAMBADOS / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

El covid-19 obligó a la cambadesa Silvia Núñez a aplazar sus planes de viaje, pero el virus no podrá con su espíritu aventurero

09 nov 2020 . Actualizado a las 23:06 h.

«Eres lo que eres por todo lo que viajaste». Se lo dijo no hace mucho Juan, un alicantino que comenzó una vuelta al mundo en furgoneta y tuvo que regresar a casa por culpa del coronavirus. Y es cierto, constata Silvia Núñez. «Viajando aprendes muchísimo, no es lo mismo que ver documentales en la televisión. Conoces gente, otras culturas y aprendes a afrontar tus miedos, porque no hay mayor barrera que el miedo».

Se hace camino al andar, que dijo el poeta, y esta cambadesa de 36 años hace tiempo que empezó a devorar mapas. Con veinte años hizo su primera escapada a Londres con una amiga y, desde entonces, lleva visitados 28 países, lista que esperaba aumentar este año con un periplo de varios meses por Asia, el centro y el sur del continente americano y África. Pero el covid-19 lo truncó todo. «Iba a dar la vuelta al mundo y el mundo se dio la vuelta», comenta, aunque el virus no podrá con su espíritu aventurero. «Viajar es como una droga, cuando estás en un sitio ya estás pensando en el siguiente». Lo que no pudo empezar en el 2020 espera poder hacerlo en el 2021, aunque todo va a depender de la evolución de la pandemia. Necesita que las fronteras estén abiertas y que haya un mínimo de estabilidad en los países que quiere visitar, porque, para lanzarse al mundo hace falta coraje, pero también prudencia y sentido común. De otro modo no podría haber acumulado los miles de kilómetros y las increíbles experiencias que ha vivido en los últimos dieciséis años. Hubo momentos difíciles, pero el balance es más que positivo, afirma. En México estuvo a punto de acabar en el calabozo por salirse de los límites de la provincia de Yucatán y llevar un cuchillo en el coche y en Sudáfrica conoció el terror al verse cara a cara con un tiburón que intentaba romper la jaula en la que se sumergió para ver a uno de los siete grandes del planeta. Y vaya si lo vio de cerca, como vio también a la ballena, el león, el leopardo, el elefante, el búfalo y el rinoceronte.

Con lo que no se atrevió nuestra protagonista fue con Johannesburgo, donde acechan más peligros que en la sabana profunda. «Para una mujer sola y blanca eso es muy peligroso». Silvia sí se adentró en la selva colombiana, donde se maravilló con la Ciudad Perdida y tuvo que vérselas con esas arañas a los que tiene fobia. Pero, ¿cómo van a frenarla unos arácnidos? Así que esta mujer se supera a sí misma en cada viaje y si hace falta se baña en el río y engulle insectos. Por lo que no pasa es por comer carne de perro. En los pequeños pueblos de Vietnam pocos entienden el inglés, de modo que lo más eficaz es lanzar un quiquiriquí y un guau guau para dejar claro que tus preferencias gastronómicas pasan por el pollo y no por los canes. Gestos, empatía y fútbol conforman una receta que no falla a la hora de conectar con la gente. Silvia no es futbolera, pero Ronaldo y Messi le han abierto algunas puertas. «Es por lo primero que te preguntan, por la liga española».

Una callejera en honor a Calleja y con web propia

Silvia ya ha podido cumplir algunos sueños como visitar el Machu Picchu o poner a prueba su vocación solidaria ayudando en un orfanato para niñas en Perú. «Fue una experiencia muy enriquecedora», tanto que en el cuaderno de bitácora para su próximo viaje espera incluir algún proyecto humanitario, como crear una escuela o iniciativa similar. Lo irá viendo al ritmo que marquen sus pasos, y esta vez quedará documentado. Sus amigos y familiares le reprochan que no deje testimonio de sus andanzas por el planeta más allá de alguna foto por wasap y unas notas, de modo que, de ahora en adelante, todos sus viajes podrán seguirse a través de www.viajeracallejera.com, una página que acaba de crear gracias al plan de empleo de la Mancomunidade do Salnés y que espera poder empezar a alimentar más pronto que tarde. El nombre obedece a su pasión por «perderse y callejear» y es un homenaje a la estrella televisiva y viajero empedernido Jesús Calleja, «porque me encantan sus programas y él como persona». Entre tanto no llegue ese viaje de su vida, los interesados ya pueden conocer sus peripecias a través de Instagram y Facebook. Estas ventanas virtuales servirán, además, para intercambiar información sobre cómo dar con un hostel (alojamiento compartido) a buen precio y bien situado o qué hacer para desplazarse en países conflictivos. El transporte público puede ser un problema; ella no olvida cuando, de ruta por Sudamérica, se vio dentro de un autobús que había interrumpido la marcha de forma abrupta por uno de esos cortes de carretera que a veces acaban en saqueos y secuestros exprés. No fue el caso, aunque, a la hora de hacer memoria, las situaciones más duras las relaciona con la pobreza y las injusticias. «En la frontera de Venezuela vi a familias huyendo con lo puesto».

Silvia suele ser la envidia de sus amigos, pero, explica, no todo el mundo sirve para ser viajero, que no turista, matiza. Lo prioritario es que te guste y tener iniciativa, pero a nadie se le escapa que hacen falta, también, tiempo y dinero. Ella opina que esos obstáculos son salvables. En su caso empezó viajando por Europa aprovechando sus vacaciones, hasta que se quedó en el paro y decidió dejar su zona de confort para cruzar el charco y pasar tres meses en Perú. De ahí se fue a Bolivia y Ecuador y después llegarían África, la Ruta 66 en Estados Unidos, Vietnam, Camboya, Laos, Cuba..., algunas veces acompañada, otras, sola. «Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero los mejores viajes que hice fueron sola».

Viaja de forma austera y afirma que ahorrando y organizándose bien, las cuentas salen. «No, no hace falta ser rico, no se necesita tanto para vivir y viajando te das cuenta que no es necesario tener tantas cosas. Mi mochila es mi casa».

A sus padres sigue costándoles acostumbrarse a sus ausencias, aunque en algún momento llegará el descanso del guerrero. Silvia quiere tener hijos y para entonces se reserva destinos más asequibles y madurará la idea de crear una empresa ligada al turismo. «Cuanto más viajo más cuenta me doy de que vivimos en el paraíso».  Lo dice al pie de la ría, en Cambados.