El asesino confeso de Valga: «Sí, me dejo»

J.R. CALDAS / LA VOZ

AROUSA

Ramón Leiro

La toma de ADN de Abet ante la jueza por el triple crimen duró diez minutos, lo justo para dar su autorización expresa y regresar a la celda

02 abr 2022 . Actualizado a las 16:59 h.

José Luis Abet cambió de abogado a los pocos meses de confesar el asesinato, hace un año, de su exmujer, su exsuegra y su excuñada. El letrado saliente, asignado por turno de oficio, lo supo mediante notificación oficial, incluida en el procedimiento. No por Abet, que ni le escribió ni le llamó. Manuel Franco Argibay pasó a defender sus intereses, ya a principios del 2020. Desde entonces, al hablar del asunto, Franco asegura tener la estrategia procesal perfecta para evitar que sobre su cliente recaiga una sentencia de prisión permanente revisable. Ayer, al finalizar la toma de ADN del único acusado en los juzgados de Caldas, el abogado, por primera vez en público, agitó el mantra de esa estrategia perfecta que se trae entre manos, sin dar más detalle que su intención, manifiesta, de tumbar el relato incriminatorio de la Fiscalía.

El regreso de Abet a Caldas pasó mucho más desapercibido que el vivido hace un año. No le esperaban decenas de vecinos para mirarle a los ojos e increparle por su locura confesa, de ahí que tampoco necesitase escolta para llegar del furgón a la puerta de entrada. Se bajó tranquilo, frío, incluso digno, por la altivez de su mirada y su espalda erguida, más ancha que hace un año. Está por ver si fruto de las horas de gimnasio o por sobrepeso. Un forro polar verde oliva impedía concretar el origen de su mayor volumen. Vaquero azul y tenis negros con suela blanca completaban el atuendo, que incluía mascarilla. Nada que ver con la camisa blanca de cuadros azules que vestía hace un año, la misma que llevaba al apretar más de 14 veces el gatillo de su revolver del calibre 32 en el que fuera su hogar.

Abet llegó, pasadas las 10.20 horas, procedente de la cárcel de A Lama. Entró esposado al edificio y esperó su turnó. Una vez dentro, compartió estancia con la jueza apenas diez minutos. Ella le preguntó si aceptaba facilitar las muestras, y él, correcto, respondió: «Sí, me dejo». Cuatro sílabas que ponen fin a un episodio procesal que bien podían haberse ahorrado las arcas públicas, dado que José Luis Abet tuvo la posibilidad de facilitar las mismas pruebas, y con idénticas garantías procesales, ante un forense de la cárcel de León, donde espera el juicio. Pero se negó, y hubo que trasladarlo hasta el juzgado instructor. De haberse negado de nuevo, los mismos responsables de la investigación (Delitos contra las personas de Policía Judicial de la Guardia Civil de Pontevedra) estaban presentes para extraerle las tomas a la fuerza.