Habría sido en ese momento cuando Víctor Paulos cerró la puerta de su vivienda, mientras sus padres se refugiaban en una estancia próxima a la casa. Comenzaba un largo proceso para intentar calmar los ánimos y lograr que saliese de la edificación, en cuyo interior se encontraba solo. Esa misma noche, además de varias patrullas de la Policía Nacional, al lugar se trasladaron los Grupos Operativos de Especial Seguridad (GOES), que desplegaron sus medios, listos para entrar en el domicilio en cuanto recibiesen autorización. Pero esta no llegó: el juzgado consideraba que no había motivo para asaltar la casa por la fuerza, dado que el hombre no suponía un peligro para terceras personas.
Así que, hacia las siete de la mañana, tras una noche pendientes de lo que ocurría en la casa, los GOES se fueron. En el lugar permanecieron varias patrullas de la Policía Nacional y un negociador, intentando calmar a Víctor y convencerlo para que saliese de la casa. Para ello se usaron todas las voces posibles: las de los padres y la del abogado del hombre atrincherado, que intentaron una y otra vez seducirlo para que dejase la casa y pusiese fin a la extraña situación. Pero Víctor no estaba dispuesto a ello En varias ocasiones se asomó a la ventana para conversar con los agentes. Un amigo suyo, que dice conocerlo «de toda a vida», lo vio desde el camino y lo llamó a gritos. «Víctor, Víctor, eh!, falamos?». No tuvo mucho éxito, aunque afirmaba haber logrado hablar por teléfono con el encerrado poco antes.