El largo camino hacia la fama de la almeja japónica

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

La especie, denostada cuando llegó a las costas gallegas en los ochenta, ha adquirido una importancia capital para el sector

12 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En los ochenta, España aspiraba a la modernidad que le había sido negada durante la larga noche de piedra que fue la dictadura. Fue una década prodigiosa, en la que los veranos eran azules, Naranjito le daba una nueva dimensión a la pasión futbolera y la creatividad del país entraba en ebullición al calor de la Movida. Los ochenta fueron, también, los años en los que comenzaron a aparecer sobre la piel de toro los primeros centros comerciales. Y con ellos, una forma nueva de consumir: la de quienes querían gozar de todas las cosas, pero a buen precio. Dice la tradición que hay que buscar en aquellos hipermercados originales la puerta por la que la almeja japónica entró en Galicia. No fue, la verdad, bien recibida. Sin embargo, cuarenta años después, esa almeja se ha convertido en un flotador para el sector extractivo gallego, que se ha aferrado a él en estos tiempos de pandemia y crisis.

La almeja japónica fue bautizada así por su origen. Se trata de una especie oriunda del Pacífico que ha logrado extenderse por todo el planeta. A Galicia llegó tras haberse instalado con éxito en la costa este de los Estados Unidos. Fue desde ahí desde donde esa variedad dio el salto hasta Europa, haciendo de las costas de Francia e Italia su primer hogar. Y es de este último país, en concreto de las lagunas de Venecia, de donde habrían llegado los primeros lotes de japónica a Galicia.

Volvamos a los ochenta. Volvamos a aquellos primeros hipermercados, convertidos en atractivos clientes para quien tuviera algo que vender. Aquellas grandes superficies reclamaban marisco, pero un marisco que tenía poco que ver con la exclusividad del producto gallego. En Italia ya se producía en masa almeja japónica, y era precisamente eso lo que buscaban. Los depuradores gallegos recibieron el mensaje alto y claro: iniciaron la importación de japónica, que era depurada en las rías y enviada al mercado.

Esa es, al menos, una de las teorías que se manejan para explicar el desembarco de esta especie en nuestras costas. Sigamos con ella. Viendo el interés suscitado por la japónica en el mercado, los parquistas de Carril decidieron iniciar su explotación en los parques de cultivo. Algunos carrilexos recuerdan la llegada de camiones procedentes de la laguna de Venecia, cargados con almejas de talla próxima a la comercial, que eran apenas «bautizadas» en aguas de la ría antes de ser enviadas al mercado. Aquella práctica causó cierto disgusto: la japonesa era una almeja foránea a la que se acusaba de todo tipo de pecados. Era capaz, decían algunos, de devorar el marisco gallego. Y bajo esa sospecha, no es de extrañar que cuando aparecían ejemplares en algunas playas, hubiese quien los pisase hasta deshacerlos.

De todo ello hablaron hace unos años, en el Foro dos Recursos Mariños de O Grove, las primeras responsables de la agrupación de marisqueo a pie de Cambados. Fue este un colectivo pionero a la hora de apostar por la japónica para sembrar sus bancos. Isabel Pérez, la primera presidenta de las mariscadoras, recordaba que «as mulleres dicían que a xapónica comía á fina e non a querían». Convencerlas le costó mucho trabajo al entonces biólogo del pósito, José Alberto de Santiago, que también en el Foro de A Toxa recordaba aquellos tiempos difíciles, aquellas «asambleas en las que me llamaban de todo menos guapo». Cuando se decidió apostar por la japónica, dijo, fue porque entonces la fina no permitía garantizar a las mariscadoras unos ingresos mínimos. «Hubo que poner en marcha un plan de choque con almeja resistente para que tuvieran algo que extraer», señaló. «Era necesario hacerlo», dejó dicho el biólogo.

En el año 2001, en el conjunto de la costa gallega se extrajeron apenas 420.000 kilos de japonesa. El año pasado, la cifra fue de 3,4 millones de kilos. Semejante crecimiento, es obvio, no se debe solo a las mariscadoras de Cambados. Y es que hace ya años que las cofradías comenzaron a apostar por esta especie en sus planes de resiembras. Con la crisis productiva experimentada en las Rías Baixas desde el 2012 esa apuesta ha ganado intensidad y la japónica, con su capacidad de resistencia y su penetración en el mercado, se ha ganado cierto reconocimiento del sector. Es ya una almeja gallega, y eso tiene una explicación. Dicen los depuradores que el bivalvo de esta especie que se cría en nuestras rías, sea por captación natural, sea por siembra, goza de una calidad de la que carecen los ejemplares de otros lugares. Hasta los biólogos les dan la razón.

Un protagonismo absoluto en las lonjas de marisco de la ría de Arousa

Según los datos de Pesca de Galicia, en el año 2001 se subastaron en las lonjas de la comunidad un total de 419.691 kilos de almeja japónica. El año pasado, la cantidad ascendió a 3.400.000 kilos. El crecimiento es evidente. Y en estos tiempos que corren, cualquiera añadiría un «afortunadamente» a la oración, ya que la japónica está permitiendo sostener el trabajo del sector marisquero arousano en estos extraños tiempos de pandemia. La flota del raño la está capturando en Os Lombos do Ulla, donde según los datos facilitados por la Xunta, hay recurso aún abundante y la extensión de la campaña de extracción a mayo, mes en el que comienza el desove, no debería ocasionar problemas al «stock».