Barandillas en los campos de fútbol: el peligro de un «sinvivir cada semana»

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Coordinadores de clubes piden que se retranqueen o acolchen si de verdad no pueden ser eliminadas

24 nov 2019 . Actualizado a las 13:15 h.

Hace ayer una semana, en el campo de San Miguel de Deiro, a los aficionados que presenciaban el partido entre los equipos cadetes de la E.F.B. Vilanova y Arousa B se les heló la respiración durante unos minutos eternos. Los que se tardó en estabilizar al joven futbolista del conjunto vilagarciano que en la disputa de un balón con un rival, se estrelló contra la sujeción de una de las porterías de Fútbol 8 de un lateral del terreno de juego, rebotando contra la barandilla perimetral del campo. La colocación de una cánula de Guédel evitó males mayores, con el chaval llegando a convulsionar y perder el conocimiento. Su paso por el Hospital do Salnés, trasladado por una ambulancia que llegó presta al lugar, descartó daños de alcance por el fuerte traumatismo torácico. Un gran susto, al que la inercia de un deporte con decenas de partidos semanales solo en una comarca como la arousana, y la fortuna de no llegar a pasar del “¡Uy, Uy!”, esconden una amenaza de la que casi todos hablan en algún momento en conversaciones particulares, pero nadie, o muy pocos, intentan llevar a la agenda de un fútbol que parece no saber gestionar varios problemas a la vez.

«Creo que é algo que todos vemos, pero que como en todos os sitos se fai igual, ninguén pensa en cambialos. E é evidente que é un risco». El coordinador de la base del Céltiga, Luis Carro, se refiere a las barandillas metálicas que separan el terreno de juego de la zona habilitada para los espectadores, a las que en los últimos tiempos se les han sumado las porterías de Fútbol 8 instaladas por lo general muy cerca de las líneas de banda con un sistema retráctil, y que están sustituyendo a los tradicionales marcos transportables. Obstáculos convertidos en trampas, como «sabemos os que levamos tempo no fútbol», dice el vilanovés, que advierte que «a medida que os rapaces van collendo máis físico, con máis contactos, é máis perigoso calquera balón dividido no que os xogadores vaian desequilibrados».

En poco más de un metro calcula el responsable de la base del Céltiga la distancia entre las líneas que delimitan el terreno de juego y la barandilla perimetral de A Bouza, el campo donde los equipos de la cantera isleña ejercen de anfitriones. Pero su conocimiento del medio le permite afirmar que «case todos os campos son practicamente iguais» en el fútbol modesto en este punto.

Así las cosas, Luis Carro aporta como posible solución «afastar máis as varandas do campo, para darlles máis marxe de reacción aos rapaces. Quizais dobrar a distancia». Una propuesta a la que se suma su homólogo en el Catoira, Arturo Bea: «Nun choque entre dous cadetes ou dous xuvenís que teñan corpo e velocidade, ter estes elementos a metro e medio supón un risco de lesión altísimo». Sobre todo en un campo como el del club vikingo, As Lombas, donde el desgaste extremo de su césped sintético lo convierte en «unha pista de patinaxe cando está mollado». En el Catoira «algún susto temos levado» por ello, recuerda Bea, afortunadamente, «sen chegar ao que lle pasou ao cadete do Arousa a semana pasada».

Lo que dice la Federación

En esta cuestión, la Real Federación Galega de Fútbol se atiene a las normas NIDE del Consejo Superior de Deportes referidas a la construcción de campos, que fijan un mínimo de 1,5 metros de separación entre la línea que delimita la zona de juego hasta el primer obstáculo, esto es, la valla perimetral. Distancia que recomienda elevar a 2,5 metros en las zonas de las líneas de meta. Cuando estas medidas son menores, en recintos de cierta antigüedad, la Federación recomienda, no obliga, a recubrir con material espumoso los elementos de separación para evitar grandes traumatismos.

Esta última es la solución por la que apuesta Fol desde la coordinación de la cantera del Club Juventud Cambados: «Habería que poñerlles proteccións acolchadas ás varandas e mais ás porterías de Fútbol 8 que agora están ancoradas nos laterais dos campos». Sistema con el que, añade Fol, ya cuentan en más de un recinto deportivo. Una cuestión en la que, esgrime, «deberan ser os concellos e a Federación Galega os que actuaran». Esto es, los propietarios de la mayor parte de los campos de fútbol de Galicia, y el ente encargado de reglar un marco que garantice el más alto estándar de seguridad para cualquier futbolista, empezando por los más niños.

Jorge Quintana, Jito, es el responsable de la base del Umia C.F. Y él lo tiene claro: «Hay que suprimir las barandillas. Totalmente». Jugador todavía en activo del primer equipo del club ribadumiense, Jito se acuerda como «cuando jugaba en el Faxilde vi a un jugador romperse una rodilla contra una barandilla». Y aunque por fortuna en A Bouza, feudo del Umia, no ha habido ninguna desgracia que lamentar, cuenta que sí «ha habido muchos “¡Uy, Uy!” con niños. Es algo habitual. No llegó a pasar lo de San Miguel de Deiro gracias a Dios, pero estuvo varias veces a punto».

Como en los parques infantiles

Considerando el grado de resistencia a su propuesta, Jito se hace eco de la alternativa de Fol: «Igual que desde hace unos años los parques infantiles se construyen con materiales más seguros para los niños, deberían emplearse materiales más flexibles en las barandillas y las porterías laterales de los campos, y subvencionar su colocación como se está haciendo con la sustitución del césped sintético».

A José Blanco le tocó presenciar el accidente del cadete del Arousa B. El coordinador de la E.F.B. Vilanova comparte con Jito el acolchamiento como mal menor, poniendo por delante que «las barandillas sin chapa -empleada para la publicidad estática- no deberían estar en los campos de fútbol. Yo quitaría las vallas, permitiendo retranquear las porterías laterales de Fútbol-8, y obligaría a la gente a ver los partidos en la grada». Una solución con la que, sostiene, se pelearía también contra otro problema en el fútbol: «Los que gritan contra el árbitro a pie de campo» tendrían que probar su valentía «entre más gente».

Advierten de la insuficiente distancia de seguridad para

los jugadores

Oídos sordos de la fundación al club Vilagarcía S. D.

El 11 de noviembre del 2015, en el campo de Berdón, un jugador cadete del Vilagarcía S.D. sufrió contusiones en las costillas, pubis y rostro al chocar violentamente por una acción de partido contra la barandilla que delimita el terreno de juego. El club, a través de su coordinador, Ángel Cardalda, solicitó a la Fundación Municipal de Deporte, gestora de la instalación, el retranqueo del cierre. La contestación que recibieron fue que, tras las mediciones de técnicos municipales, se confirmó que estaba a 1,5 metros de las líneas de juego, cumpliendo con lo estipulado por la Federación Galega. Cardalda declara que los partidos en Berdón son «un sinvivir cada semana». «Estamos totalmente en contra das varandas». Y como mal menor, pide una distancia real de seguridad. Algo de fácil solución en Berdón donde, apunta, «poden botarse 2-3 metros máis atrás».