Tres meses de vino y rosas en Vilagarcía

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

monica ferreiros

Con la mayoría absoluta en el bolsillo, el verano de Varela y su equipo fue muy distinto al de hace cuatro años

24 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy se cumplen cuatro años de aquel pleno en el que Tomás Fole sacaba pecho porque lo que denominó como «pacto de ciudad» salía adelante gracias al acuerdo entre el PSOE y el PP. Un pacto por el que los populares conseguían arrancar a los socialistas una liberación y tres cargos a cambio de dar el visto bueno a los salarios del grupo de gobierno. Parecía entonces que Fole Díaz había metido un gol por la escuadra recordando sus mejores tiempos de futbolista. Sin embargo, aquello no fue otra cosa que un balón de oxígeno para un grupo de trabajo, joven e inexperto en su mayor parte, que gracias a él pudieron dedicarse a gobernar sin mayores trabas y que alcanzaron la mayoría absoluta cuatro años después. «El obelisco se va a colocar en la plaza de Galicia», insistió Fole Díaz en aquel pleno. No fue así, y eso es el perfecto resumen de lo que sucedió desde entonces en Vilagarcía.

Aquel verano del 2015 fue muy distinto del actual. El mandato de Alberto Varela es, hasta el momento y no parece que tenga muchos visos de cambiar, un paseo militar en todo regla. «A diferencia de otros municipios cuyos gobiernos tuvieron que arrancar desde cero, el nuestro siguió trabajando con total normalidad y en una línea de continuidad con lo que ya veníamos haciendo, acabando proyectos que estaban en marcha -como la Escuela Infantil de Vilaxoán o la humanización de la Independencia-, continuando los que estaban iniciados -las humanizaciones de Matosinhos, Carril y Vilaxoán-- y poniendo en marcha otros muchos que ya estaban previstos -como la supresión de la curva de la Torre, las ciclovías o la cubierta de la grada de A Lomba, entre otros», explica el alcalde en su resumen de estos tres meses de vino y rosas.

La afonía de Alfonso Gallego

Enfrente, el PP no está y no está muy claro si hay que esperarlo o no. Alfonso Gallego hizo una purga total en su desembarco en la sede de Castelao. Por no seguir, ni continuó la portavoz municipal. Elena Suárez fue la número tres en la lista al Congreso en un momento en el que aparecer en ese lugar de la lista era una invitación a sentarse en la silla eléctrica. No salió elegida y, ahora, del portavoz municipal no hay apenas noticias. Una afonía que preocupa ya no solo a los populares históricos de Vilagarcía sino a la cúpula provincial, que podría haber iniciado ya la búsqueda de otro mirlo blanco que revitalice a la formación.

El BNG tampoco salió bien parado de aquellos acuerdos puntuales que le arañó el PSOE a mitad de mandato para sacar adelante asuntos tan importantes como los presupuestos. El apoyo de los nacionalistas era imprescindible porque para entonces, el PP ya se había dado cuenta de que lo que creía un golazo por la escuadra se había transformado en un tanto en propia puerta. Por ahí, Alberto Varela no iba a tener más ayuda, pero el regidor -buen negociador- encontró el suficiente amparo en los nacionalistas para llegar a buen puerto y arrasar en las elecciones del pasado mayo. No están muy activos tampoco los nacionalistas en su labor de oposición, demasiado silenciosa hasta el momento.

David Oliveira también ha perdido empuje. Cierto es que no está en la mejor situación. Concejal único e intentando comprender el funcionamiento de la dinámica de Ravella, le está costando arrancar. Es probable que ahora, y ante la inminencia de las elecciones generales, toquen a rebato en su partido y reaparezca en escena en breve.

Desde la izquierda

En realidad, quienes más insistentes son en su labor fiscalizadora de oposición son Vilagarcía En Común y Marea da Vila. En realidad, dan la impresión de que fiscalizan al gobierno y se fiscalizan entre ellos. Al menos hasta que arranque la campaña para las generales, en las que quizás les tocará enarbolar la misma bandera. Más allá de eso, lo cierto es que tanto el grupo de Suso López como el de María de la O Fernández intentan cambiar el guion de la actualidad municipal con algunas de sus apariciones, pero poca munición traen de momento como para poner nervioso a un Alberto Varela que piensa en lo todo que estaba pasando hace hoy cuatro años en Vilagarcía y, seguramente, sonríe. Y respira.