Leo Bassi y la importancia de dignificar el oficio del payaso

elisa pérez / B. c.

AROUSA

Mónica Irago

El cómico impartió ayer una charla sobre la relación directa entre la labor circense y la política

22 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Para todos aquellos que definen al conocido humorista Leo Bassi como un artista provocador, el italiano tiene algo que decirles: «Mi única provocación es hablar de lo que quiero y donde quiero, además de llevar por bandera, con mis espectáculos, el honor de mi familia y el orgullo de mi profesión».

El cómico es buen conocedor del sacrificado, y no suficientemente reconocido, oficio del circo, al que se lleva dedicando desde que era un niño. «Yo nací en una familia de clowns y malabaristas que me han inculcado la importancia de mantener la dignidad de la clase popular en mi función como artista circense». Bassi aseguró ayer, en la conferencia que impartió en el auditorio de Vilagarcía, que su padre era un privilegiado, pues, al viajar como un nómada para actuar con su circo en varios países, nunca dependió de ningún poder político o religioso. Precisamente la política y la religión fueron abordados por Bassi en clave de humor, con el apoyo de varias anécdotas de su amplia trayectoria como profesional de la comedia, aunque relatadas con un tono reivindicativo, pues, para él, el espectáculo no consiste solamente en hacer reír al público durante una hora, sino que va mucho más allá de la diversión. «Los payasos nunca nos arrodillamos frente al poder, nosotros utilizamos el humor como manera de exigir respeto». Según Leo Bassi, hacer circo en la calle es una manera de hacer política, ya que implica ocupar espacios públicos y poner en duda ciertas actitudes del poder, y eso, para el actor, «es revolucionario». De esta manera, defiende su lucha no solo a través de sus espectáculos, sino también poniendo en marcha iniciativas como la iglesia Patólica, situada en Madrid, que recibe cada día a múltiples visitantes. Hablando de la peculiaridad de este templo de la risa, Bassi recuerda las palabras de su abuelo, también artista circense: «El circo y la Iglesia pertenecen al mismo negocio, el de vender milagros; sin embargo, los nuestros son verdaderos».