La despedida del trabajador número 10 de ThuneEureka

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Raúl Caamaño empezó a trabajar en la fábrica de Bamio con 16 años; ayer se prejubiló

29 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En estos tiempos que corren, conseguir un puesto de trabajo para toda la vida se antoja una misión difícil de cumplir. Raúl Caamaño lo sable: el mundo ha cambiado mucho desde que hace 45 años, cuando era un chaval, se incorporó a una empresa de Bamio en la que se fabricaba maquinaria pesada, destinada al sector del petróleo y del papel. «Tiña 16 anos. O meu pai quería que seguira estudando, pero eu preferín traballar. Ao lado da nosa casa había esta fábrica, e colléronme como aprendiz». Y así empezó una historia que finalizó ayer, el último día laboral de un hombre que estrena el feliz estado de la prejubilación.

«¡Xa era hora!», exclama Raúl. Aunque seguirá formalmente ligado a su empresa hasta cumplir los 65 años, ha alcanzado ya esa serena condición de hombre que no tiene que levantarse todos los días para acudir a su puesto de trabajo. «Por unha parte tiña gañas de que chegara este día, pero pola outra dáme un pouco de pena. Marcho contento, claro, pero ao mesmo tempo sentes unha cousa rara...», dice. Y no se refiere al ruido de las latas vacías que sus compañeros le ataron al coche, como si de un vehículo nupcial se tratase. Esa «cousa rara» es la sensación de marcharse dejando atrás «a unha familia, porque nesta fábrica somos todos unha familia».

Ahora, esta está compuesta por casi un centenar de personas. «Agora debemos ser uns oitenta e algo traballadores. Deben ser, que eu xa non conto», calculaba Raúl con un deje de nostalgia. Recuerda que cuando comenzó en la fábrica apenas había un puñado de operarios. De hecho, a él le asignaron en número diez. Por aquel entonces, la empresa era de capital Noruego, y lo que hacía era piezas de maquinaria que se enviaban fuera para su montaje. Ahora, ThuneEureka es una firma que elabora grandes máquinas destinadas a horadar la tierra en busca de petróleo, o a prensar materiales. «Eu creo que esta empresa ten aínda moito futuro», asegura el veterano trabajador.

Por supuesto, en estos 45 años no todo ha sido un camino de rosas, de crecimiento y bonanza. «A crise do 2009 foi, probablemente, a máis dura das que pasamos», calcula Raúl. Pero, hasta en los momentos más difíciles, se logró encontrar un camino de vuelta a la estabilidad. Hace unos años, «o xefe e un grupo de obreiros colleron a firma, que agora é española, e dende aquela medrouse moitísimo». Y se creció, además, con solidez suficiente como para que Caamaño afirme, sin dudarlo, que «esta segue a ser unha boa empresa para traballar». Quizás eso explique que hasta Bamio venga personal «de Santiago, de Lalín...».

En la factoría que él deja atrás se queda parte de su familia. Y no hablamos en sentido figurado. «Un dos meus fillos traballa alí. Estudou para auxiliar de enfermería, pero un día veu probar aquí e gustoulle». Así que ya lleva unos añitos formando parte de la empresa que ayer rindió homenaje a uno de los suyos. Raúl se marcha porque «hai que deixar paso á xente nova», y porque la legislación se lo permite. Dentro de unos meses, antes de que tenga tiempo a darse cuenta, llegará a su vida una nueva ocupación: la de ser abuelo. «Non me vai faltar o chollo», bromea.