«El rap es el único estilo musical en el que te cuentan que hay un yonki pinchándose»

AROUSA

CAPOTILLO

Tras cumplir una condena de «tres años a pulso», el rapero Lesta Fernández salió de la cárcel con 18 temas compuestos con los que sacará un disco

28 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene 27 años y ha pasado los tres últimos entre rejas. Lesta Fernández abandonó la prisión de Teixeiro el pasado enero con un buen puñado de canciones, debajo del brazo con un doble objetivo. Labrarse un futuro en el rap alejado del delito y reivindicar que O Vao, donde reside, es mucho más que el supermercado de la droga del sur de Galicia. Cada uno de los dieciocho temas del disco narra distintos aspectos del día a día en la cárcel.

«Cuando se habla de O Vao, normalmente se relaciona con una redada, con drogas, robos y atracos... Cuando montamos el sello discográfico, NarcoMusic Estudio, fue para decir que no es como dicen ellos que solo se trafica con droga, sino que también se trafica con música. Aquí hay mucho flamenco, es una pasada lo que hacen algunos chavales. Es cierto que se relaciona con esa mierda toda, pero quiero que con este disco, Los muros que me aíslan, vean las sonrisas, la felicidad de los niños», explica, al tiempo que remarca que este viernes se estrenará el nuevo videoclip -en Youtube ya se pueden visionar los vídeos oficiales de otras cinco canciones- y que tiene como principales protagonistas a los niños y a los vecinos de este asentamiento de Poio.

La relación de Lesta Fernández con la música viene de muy atrás -en Internet se pueden encontrar clips del 2009-. En este punto, reconoce que si llegó al rap fue por su hermano, quien «me machacaba. Yo ponía Estopa y él me lo quitaba para poner Beastie Boys. Me acuerdo de Vanilla Ice y su Ice ice baby». Sin embargo, decidió convertir el rap en su forma de ganarse la vida a la muerte de un familiar muy cercano. «Antes hacía mis letras, mis cosas, pero la verdad, cuando le eché cojones a sacar la primera canción fue cuando murió mi tío, Mirando al cielo. Esa canción fue un pequeño bum», incide.

La reinserción

Evita etiquetas relacionadas con la reinserción porque, como apunta, «no sé si soy un ejemplo. Espero serlo si de verdad llego a triunfar con mi música», apunta sonriendo.

En este sentido, no duda en acudir a El Gincho, uno de los referentes del rap nacional, para remarcar que «la gente fuerte somos la gente a la que nos ha pasado cosas como esta, que hemos pagado nuestro tiempo de cárcel». Lesta no oculta que ya desde pequeño entraba y salía de prisión -«la última, estos tres años a pulso»-, pero remarca que es su pasado, no su presente: «Estoy las veinticuatro horas del día con la música, a tope, trabajando con gente de fuera. Es una manera de reinsertarte».

Pero, ¿Por qué el rap? Su respuesta, contundente, pero humilde: «Me hubiese gustado cantar flamenco, pero no tengo ni puta idea de cantar. Rapear es saber llevar el ritmo encima de una base y con el paso de los años ya le metes tu tonito». A esto se le suma que «el rap es la música de la calle. Es el único estilo musical en el que te vas a encontrar que te hablan de que hay un yonki pinchándose o que hay un alijo de droga... En el pop no se habla de esto, mientras que en el flamenco se puede hablar algo, pero no tan fuerte... La calle ha sido mi casa toda la puta vida. Y eso es el rap».

«Fuera de la oficina»

Lesta Martínez insiste en que O Vao es mucho más que el lugar donde se aprovisionan de cocaína y heroína los drogodependientes de Pontevedra y su comarca. Tiene claro que es complicado sacar este entorno de la marginalidad, por lo que reclama una mayor implicación ya no solo de las Administraciones, sino de la sociedad en su conjunto. En este sentido, apela a sus experiencias personales para recordar como, en una entrevista de trabajo, por consignar como dirección la rúa de O Vao, «me dijeron ‘‘fuera de la oficina’’».

«Quiero cambiar la fama de este sitio, quiero que se vea que aquí se aprovecha el tiempo en otra cosas», reflexiona tras posar ante un mural realizado por los niños de O Vao. Cuestionado sobre las transacciones de droga que diariamente se producen en el poblado, deja claro que «no te digo que se venda o se deje de vender, porque no estoy metido. Ya he pagado lo mío, pero veo felicidad por las calles, veo a la gente haciendo su asado con su fuego, tocando sus palmas, haciendo cosas bonitas... No sé como se le puede quitar esa etiqueta, pero estoy tratando de aportar mi grano de arena».