«No hay mejor escuela política que ser concejala»

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Marta, una joven veterana, conoce bien lo que es gobernar y calentar el banquillo de la oposición

28 abr 2019 . Actualizado a las 13:47 h.

Después de acabar Relaciones Laborales, con 18 años, empecé a trabajar en una compañía de seguros.

Ni he militado ni he votado por ningún otro partido. Ni tampoco lo haré.

Ha pasado mucho tiempo desde que Marta Rodríguez Arias (Vilagarcía, 1977) dio sus primeros pasos en el Partido Popular. Comenzó a militar en 1994, con 21 años, y desde entonces ha recorrido una larga trayectoria que la ha llevado de la corporación municipal al Parlamento de Galicia, y a ocupar importantes cargos orgánicos dentro de la formación de la gaviota. Hay a quien el paso del tiempo y los avatares vacunan contra todo, insuflándole un relativismo contumaz, cuando no una mirada directamente cínica sobre un campo tan voluble como la política. No es el caso. A Marta, las cosas le siguen doliendo o le levantan una sonrisa, en función del signo de lo que ocurra. «Yo -sostiene- no concibo el ejercicio de la política sin un sentimiento de vocación y, sobre todo, pasión por lo que estás haciendo». Reconoce que no siempre es sencillo compaginar la dedicación al ámbito público con el desarrollo de una vida familiar y personal. «La gente no comprende que no tengas tiempo para atenderla, y es lógico, por eso entiendo que sin que te apasione esto sería casi imposible».

A lo largo de estos 25 años, Marta ha desarrollado una imagen de seriedad que, en su opinión, tiene un origen claro. «Nací el último día del 73 y mi padre no me quiso registrar el 1 de enero del 74, así que era la mayor de la clase, pero más que eso me marcó crecer en una familia numerosa. Crecer con seis hermanos imprime carácter, es una escuela de vida, y yo era la tercera, pero también la primera mujer, así que de alguna forma adopté el papel de hermana mayor desde muy pequeña».

Su infancia transcurrió entre el barrio de Os Duráns, a un paso del centro de Vilagarcía, los jardines de Ravella, el colegio de San Francisco y la playa de A Compostela. «Aquellos veranos con la pandilla de la playa eran míticos. Aunque ya te digo que no es que naciese mayor, pero sí responsable. A veces estaba más preocupada por que mis hermanos, que eran algo pillos, no hiciesen cafradas. Pero tuve una infancia feliz, de esas que te permiten ir andando al colegio y pasarte las tardes en la calle después de merendar y de los deberes».

La vida en una parroquia

Cuando Marta tenía doce años, la familia se muda a un entorno rural, en Cea. «Mi padre tenía un camión y distribuía bebidas y refrescos, con mucho esfuerzo compraron una pequeña finca y construyeron una casita para llevarnos allá, vivir mejor y que mi padre lo tuviese más fácil con su pequeña empresa». El cambio, reconoce, fue duro al principio, pero acabó mereciendo la pena. «Pronto descubrí las ventajas de vivir en el rural, y echando la vista atrás no lo hubiese cambiado por nada del mundo. La calidad de vida, la tranquilidad, la libertad de vivir en una parroquia tan bonita como Cea. Hoy es diferente, pero entonces aquello era naturaleza pura y dura; perro, mochila y todo el día fuera de casa».

El mitin del taburete

Ese probar una vida y otra se extendió, en su caso, a la arena política. Su primer mitin lo dio subida a un taburete, con un megáfono, hablándole a la gente que pasaba por la plazoleta de Castroagudín. Eran las municipales de 1995, y al Partido Popular le tocaba calentar el banquillo de la oposición, en el que llevaba ya cuatro años y en el que seguiría todavía un largo tiempo. Se convirtió en concejala en 1998, al hilo de la estrepitosa ruptura de la gaviota con su antiguo líder, José Luis Rivera Mallo. De un día para otro. Tomó posesión en una tarde gris y lluviosa. «No hay mejor escuela política que ser concejala de tu pueblo, son 24 horas», afirma con convicción. En el 2011, el PP da el salto al gobierno local, pero en el caso de Marta aquella experiencia se limitó a dos años.

Aquellas elecciones del 2005

«En el 2003 dejé la asesoría en la que trabajaba y me encantaba, porque me fichó la Consellería de Política Social, que encabezaba Corina Porro, y en el 2005 entré en el Parlamento de Galicia como diputada. Fue cuando perdimos el Gobierno de la Xunta, pero con políticos como Feijoo, Manuela López Besteiro o López Veiga aquello fue una escuela intensiva para todos. Ya en el 2013, el presidente Feijoo consideró que era necesario reforzar el trabajo en Santiago, por eso dejé el acta de concejala», explica. Entretanto, ocupó la vicesecretaría de Comunicación de su partido. Hoy es la viceportavoz del grupo parlamentario, preside la Comisión de Pesca y ejerce la portavocía del área de Políticas Sociales.

No es mal bagaje para alguien que acaba de cumplir 42 años. «Tal vez, pero si algo debes tener presente desde el primer día es ser consciente de que hoy estás aquí y mañana habrá otra persona». Puro sentido común.