Al Verbum le sobran palabras y le faltan visitas

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

AROUSA

M.MORALEJO

El museo ubicado en la playa de Samil prueba ahora con entrada gratis mientras sigue cayendo en picado

25 mar 2019 . Actualizado a las 10:47 h.

El Verbum o Museo das Palabras iba a ser, junto al Marco, otro de los grandes ejes que vertebrarían la actividad cultural en un Vigo que cruzaba el nuevo milenio cargado de optimismo y proyectos que al fin se materializaban. Dieciséis años después de su inauguración (se cumple dentro de un mes), es un contenedor enorme y poco aprovechado, pero la exposición permanente es más que digna y no exenta de atractivos. La muestra se articula como un espacio lúdico que además de entretenimiento aporta conocimientos. Para ello hay que entrar con ganas, porque es un museo para interactuar, para dejarse llevar por las propuestas que están en cada uno de los 29 cubos. Para salir de allí con algo hay que jugar. O al menos, hay que leer. Es la casa de las palabras y va cargada de ellas. Si el espectador se limita a mirar, como haría en una muestra de arte, se irá de vacío.

Para empezar, la primera novedad está en el vestíbulo principal. Los encargados de dar la bienvenida al visitante le franquean una puerta que antes solo se abría previo pago. Empezó cobrando 3 euros y fue rebajando aspiraciones. Tras unas tarifas simbólicas de 50 céntimos, ahora es gratis para todo el mundo llevándose la contraria a sí mismo, ya que la ordenanza municipal del 2019 cuantifica la tarifa general en 3,10€.

Ayer, en un soleado Día del Padre, varias familias con niños se adentraban en el laberinto de paneles mientras al otro lado de la avenida otros cientos paseaban bajo el sol. Los cubos son contenedores de datos interesantes, pero también son excelentes elementos para jugar al escondite, algo que para un niño es una tentación difícil de evitar.

En el recorrido, los visitantes se topan con cubos de madera colocados al azar que abordan múltiples temas relacionados con el lenguaje, las civilizaciones, tipos de comunicación, orígenes e historia de la escritura, el mundo de las palabras, los idiomas, los juegos con las palabras o la historia del libro. Excepto un par de pantallas desconfiguradas, todos funcionan. Otra buena noticia es que es difícil que el espectador tenga que hacer cola para acceder a alguno de estos poliedros que es necesario manipular para disfrutarlos.

El año de su apertura logró su máximo histórico, con más de 63.000 visitas, pero desde el 2012 su trayectoria ha sido una curva descendente que lo ha puesto en una situación muy preocupante. En el 2016 solo sumó 5.577 visitas. Su récord a la baja. Es tan innegable su fracaso que hasta el propio alcalde de Vigo, Abel Caballero, lo calificó como «un gran error del que lo hizo». Resulta que lo hizo el también socialista Carlos Príncipe cuando fue regidor de la misma urbe. Ahora ya no lo es y no puede hacer nada al respecto. Caballero, en cambio, sí. Hace dos años que dijo: «Estamos viendo qué hacemos con él», mientras barajaba llevar allí el arte contemporáneo del Marco, aunque por ahora, nadie ha visto nada. Eso sí, desde la terraza del Verbum hay unas excelentes vistas de la playa de Samil. El espacio ha servido en no pocas ocasiones como de escenario de eventos culturales pero en esta etapa de desconcierto no hay conciertos ni poesía ni nada. Ni siquiera se puede salir a que te de el aire cuando vas por el cubo veintipico. Tampoco se puede tomar un café. El Verbum empezó con bar y restaurante, pero ante el fiasco del negocio, los hosteleros desaparecieron. Salió a concurso el año pasado y no se presentó nadie.

El ahora desangelado museo ha alternado desde su inicio la exposición permanente con muestras temporales de temas muy diversos. También han ido desapareciendo a pesar de contar con algunas que le han dado vida, como Emporium, que fue una buena exposición y por eso, un éxito.