Sesenta familias habitan una aldea ilegal que continúa creciendo

Serxio González Souto
s. gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

20 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tratar de solucionar el problema del poblado de Berdón con la piqueta equivale a intentar frenar un coche con una zapatilla. Seguro que el roce de la pantufla hace algo, pero el pie que la calza saltará por los aires. Porque el crecimiento de este asentamiento ilegal constituye una infracción urbanística, claro, pero también una dolorosa constatación de las contradicciones de las políticas en materia social, que difícilmente se esfumarán a base de demoliciones.

Desde que esta verdadera aldea ilegal se fundó, a comienzos de los años 90, gracias al traslado de los chabolistas de Guillán, el núcleo ha ido medrando en torno a los depósitos de agua de Trabanca-Badiña. Ya son sesenta familias, tres caminos han sido cegados y la propiedad de pequeñas fincas de monte cambia de manos sin que, en demasiadas ocasiones, medien escrituras. Ni siquiera una visita al registro. Allá arriba, a un paso del Xiabre, existieron dos castros. Sus restos otorgan a la zona una protección arqueológica que dificulta todavía más cualquier arreglo urbanístico, por la simple razón de que ninguna construcción debería haberse levantado.

Tampoco es que haga falta mover un ladrillo. Furgonetas, viejos autobuses y remolques funcionan perfectamente como infraviviendas para contribuir a inflar una burbuja que quita el sueño a los vecinos de Trabanca (la comunidad de montes lleva tiempo reclamando medidas) y algún día acabará estallando. Lo malo es que dentro de ella viven personas. Y en su exterior, también.