«Nos espera un larguísimo tiempo de convivencia con invasiones de insectos»

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

AROUSA

XOAN A. SOLER

Su obra «La vida secreta de los insectos» incide en la importancia «de esos bichos por los que sentimos tanto odio»

07 nov 2018 . Actualizado a las 10:53 h.

Su madre era maestra de escuela en una aldea de Ourense y eso le permitió a José Carlos Otero González criarse en el campo. «Cuando tenía 6 o 7 años aprendí que no se le podía tocar el culito a las abejas». Porque una le picó, pero a diferencia de lo que haría cualquier otra persona, que sería odiarlas para siempre, el pequeños aprendiz de biólogo empezó a quererlas. A ellas, a los pájaros, a los lagartos y, sobre todo, a los insectos en general. Si todavía le quedaba alguna duda sobre su vocación, en la facultad se topó con la obra del entomólogo Jean-Henri Fabre, y su destino quedó marcado.

El doctor en Biología y profesor de la USC José Carlos Otero presentó ayer, en el salón de grados de su facultad, la obra La vida secreta de los insectos, un libro que escribió por petición de Plataforma Editorial cuando ya colaboraba en una web de un amigo y llevaba 24 años como vicepresidente de la Asociación Española de Entomología. «Me llamaron ellos y no les pregunté por qué; es como cuando te toca la lotería, lo disfrutas y ya está».

Y él lo disfrutó, que ese era su primer objetivo, y ahora lo comparte con todo el mundo para, al menos, intentar el segundo, que es «llegar al mayor número de gente posible para que tengan otra visión de estos bichos». Se refiere a los insectos, quizás las especies más aborrecidas. «Desde el hombre primitivo le tenemos un odio mortal a los insectos, no hay más que entrar en una tienda y ver la cantidad de insecticidas que hay».

Y sin embargo, «es tirar piedras contra nuestro propio tejado», subraya. «Muchos se creen que la especie humana es lo más importante que hay en la Tierra y somos una casualidad de la vida, lo que pasa es que con nuestra inteligencia llegamos a donde llegamos y somos como una plaga, como un dios al que nadie le pide responsabilidades». Pero advierte: «Actuamos como un elefante en una cacharrería y estamos destruyendo nuestro propio ecosistema». De hecho «si el hombre desapareciese del mundo, habría un florecimiento extraordinario». En cambio, si desapareciesen los insectos, «en 50 años se pararía todo».

De esos artrópodos, de los que existen doce millones de especies que nos suministran alrededor del 70 % de los alimentos y que reciclan el 20?% de la biomasa vegetal terrestre, va su libro. «La importancia de los insectos en el funcionamiento de los ecosistemas es tan extraordinariamente grande que sin ellos no podríamos vivir».

Y sin embargo, vivimos como si no existiesen, hasta que alguno nos molesta o nos preocupa, como pasa ahora con la velutina. El profesor advierte de que no es solo esta especie la que debería preocuparnos, que por el cambio climático, por el comercio global y otras circunstancias, «nos espera un larguísimo tiempo de convivencia con invasiones de insectos». Y llevamos las de perder, porque se trata de especies procedentes de tierras más cálidas del sur que se están habituando sin problema «porque no tienen competidores ni depredadores». Es la velutina, es la plaga de la patata y son otras muchas especies «de las que no nos preocupamos hasta que no nos molestan». Carlos Otero cree que se pueden tomar medidas para paliar sus efectos, pero erradicarlas va a ser muy difícil: «Han venido para quedarse».

La paradoja es que nos llamen la atención los insectos que nos hacen daño y no pensemos jamás en los que tanto nos aportan: «Su barra de labios viene de una cochinilla, si tienen un pañuelo de seda en su casa es por una mariposa, si va al campo de paseo y no se tropieza con restos vegetales es porque los reciclan los insectos y si el monte no está lleno de heces de mamíferos es porque actúan como limpiadores de la naturaleza».

Anécdotas que saldrán a relucir en la presentación de La vida secreta de los insectos. Un mundo tan diminuto como apasionante.