Insultan a las voluntarias antiacoso de Cambados al grito de «feminazis»

Sara Meijide, S. G. CAMBADOS / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Un grupo de energúmenos se dirigieron al punto morado de la Festa do Albariño con el saludo fascista

03 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La marea feminista de Cambados no se rinde pese a los insultos recibidos en su primera noche de patrulla. Este grupo, conformado por cuarenta voluntarias, lleva semanas esperando para salir a la calle pertrechadas con sus brazaletes morados y dispuestas a ayudar a las posibles víctimas de agresiones sexistas durante la celebración de la Festa do Albariño. «Tenemos ganas, pero en las formaciones surgieron muchas dudas, hoy veremos si se dan o no», confiesa una de estas jóvenes. Entre sus miedos, ser agredidas por el simple hecho de organizarse para defender un Albariño en igualdad y libre de violencia machista. «En las redes sociales ya hemos visto comentarios en los que nos amenazaban e insultaban. No les damos aprecio, pero que sabemos están ahí», relataba otra de ellas. De hecho, recibieron insultos en su jornada inicial

El inicio de la fiesta, el miércoles, fue tranquilo, pero al caer la noche las fieras se quitaron sus disfraces. Y aunque, a grandes rasgos, el balance es positivo «por las muestras de apoyo», las faltas de respeto no tardaron en llegar. Durante los primeros turnos a oscuras, las chicas estaban «motivadas», pero a medida que en el reloj pasaban las horas, la cuerda se iba tensando. No era todavía la medianoche y ya alguno se reía mientras pasaban por su lado. Simplemente, pasaban por su lado. «Si les molestamos es por algo. Aunque les parezca que no hacemos daño a nadie. ¿Que más les da que paseemos sin brazalete que con él?». La cosa se fue complicando a medida que llegaba la madrugada. «Nos llamaron feminazis, nos hacían el saludo fascista cuando nos acercábamos y algunos nos preguntaron si nos creíamos la autoridad por llevar el lazo», relata una de las voluntarias. Fueron varios «machotes» los que se acercaron a ellas para tildarlas de histéricas, bajo el argumento de que «ahora a las mujeres todo les ofende y no se les puede decir nada». En el carpa también hubo movimiento. «Una de nuestras compañeras tuvo que intervenir cuando un chico zarandeaba a una chica, y, al recoger, un hombre se nos acercó para avisarnos de que había una chica inconsciente y sola en la calle. Dejó a un amigo con ella y él vino a avisar para evitar que le pudiesen hacer algo».

Entre las patrulleras, la mayoría han sufrido o conocido algún tipo de acoso. «En una calle del centro un chico me pidió fuego. Le dije que no tenía y me persiguió. Me giré y le dije que me iba para casa, que por favor me dejara tranquila. Tonta de mi, pensé que se había ido y cuando metí la llave en el portal me empujó. Quería entrar. Menos mal que no giré la llave del todo y al devolverle el empujón me pude meter en casa», relata. Algunas cuentan que se intentaron propasar con ellas cuando habían bebido algo, otras confiesan que sus exparejas les controlaban el móvil. Un centenar de motivos, en fin, para participar en el equipo morado.