Seis huérfanos con miles de padres detrás

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

emilio moldes

Hijos de policías nacionales fallecidos cuentan cómo una fundación del gremio les ayudó a salir adelante

07 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Viajemos en el tiempo quince años. Y vayamos a Vigo. Allí, una pareja de cuarentañeros, Raquel y José Manuel, ella empleada en un bingo y él policía nacional, hacen cuentas noche tras noche. Están contentos porque al fin lograron comprar una casa en la que vivirán felices con sus hijas, de catorce y cuatro años. Pero la hipoteca les agobia. Lo reconocía ayer Raquel: «Te ves endeudado, apretado e intentas sacar de todos lados», indicaba. En esas estaban, contando los garbanzos, cuando Raquel un día repara en la nómina de José Manuel. Lo recuerda como si fuese ayer mismo: «Vi que todos los meses le retiraban 500 pesetas para una fundación y, claro, le dije que qué era aquello, con la falta que nos hacía a nosotros el dinero, yo quería que dejasen de sacárselo...». José Manuel no sabe exactamente qué es lo que pagaba, le dice a Raquel que cree que es para ayudar a huérfanos de compañeros. Y Raquel no queda muy conforme. Pero, afortunadamente, él no se da de baja. Sigue pagando. Fue casi un milagro.

Lo que pagaba José Manuel era, efectivamente, su cuota solidaria para la Fundación de Huérfanos de la Policía Nacional, una entidad que ayuda a aquellas familias en las que fallece un agente o su pareja y hay hijos de por medio -en la provincia de Pontevedra están ayudando ahora a 24 familias-. Solo unos meses después de aquella conversación con Raquel, un cáncer se llevó a este policía de cuarenta y pocos años. Su viuda, con dos niñas menores y una hipoteca a cuestas, no se podía creer la llamada que recibió al poco tiempo de la muerte: «Me llamó la fundación y me dijo que a mis hijas les correspondía una pensión por haber pagado esa cuota solidaria... quién me iba a decir a mí que esos huérfanos de los que habíamos hablado de repente eran mis hijos». Esta historia, la de Raquel, se escuchó ayer en la comisaría policial de Pontevedra, donde la citada fundación reunió a algunas de las familias a las que ayuda o ayudó para intentar que más compañeros del gremio aporten fondos.

Con Raquel viajó ayer hasta Pontevedra una de sus hijas, Laura, que tiene ahora 28 años y que está opositando a policía, siguiendo así los pasos de un padre del que la vida no le dejó disfrutar. Laura dice que la fundación fue un soporte fundamental para que pudiese estudiar, acceder a campamentos y actividades... pero que sobre todo le permitió conocer a iguales. Sí. A hijos e hijas de policías fallecidos cuyas madres, como la suya, trataban de sacarlos adelante solas. Por eso ayer se dio un abrazo con Inés, Ángel y Patricia. Ellos, también vigueses, vivieron algo parecido.

Trini y sus tres rapaces

A estos tres jóvenes -el más pequeño es Ángel, con 14 años- la vida también les hizo un robo tremebundo cuando los tres cogían en un mismo cesto. Les dejó sin su padre, un hombre llamado José Ramón al que Trini, la viuda y mamá de los rapaces, define como «un hombre inmenso, buen marido y buen padre». Falleció también muy pronto y por enfermedad. Era Policía Nacional y también aportaba ese granito de arena solidario para los huérfanos de sus colegas -ahora mismo, la cuota, dado que tiene bonificación fiscal, equivale a poco más de un café al mes-. Así que cuando murió los tres niños recibieron pensiones. Pero no solo eso. Trini dice que fue mucho más: «Fueron un apoyo a todos los niveles, psicológico, emocional... y por supuesto económico. Ellos han tenido oportunidades educativas impensables de otra manera, han ido a campamentos, a actividades... les ayudó muchísimo», cuenta ella, que es auxiliar sanitaria. A su lado, su hija mayor, Patricia, se emociona y llora. Lo hace al recordar que «sobre todo están ahí cuando tienes problemas, como cuando yo los tuve con los estudios. Y conoces a personas que pasaron por lo mismo y entienden lo que sientes».

Esa misma emoción la desprendía ayer Gonzalo. Él y su hermano gemelo son los huérfanos de un policía coruñés. Gonzalo tenía catorce años cuando murió su padre y ahora está a punto de cobrar su primer sueldo como funcionario de la Policía Nacional. ¿Qué ocurrió en medio? «Que la fundación me ayudó muchísimo. Fue por esta ayuda por la que hice la carrera, pude estudiar en Toronto... les debo tanto», indica. Y cuenta luego que quiere devolver al menos un poquito: «Espero poder hacer una donación con mi primer sueldo».

Gonzalo disimula las lágrimas. Raquel y Trini, las mamás de los otros cinco huérfanos, lloran sin pudor. Los tres miran un vídeo de la fundación en el que alguien dice que es como si con este soporte los huérfanos tuviesen miles de padres a la vez. «Eso es exactamente así», remacha Raquel. Y nadie le quita la razón.