El silencioso jaque mate de la pasión sin maestro

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Autodidacta y debutante tardío, Roberto acaba de celebrar el título de Liga de División de Honor con la USC

06 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Descubrí el ajedrez por imitación. Veía a mis padres jugar, y me llamó poderosamente la atención». La curiosidad de un niño de 8 años plantó la semilla del ajedrez en Juan Roberto Patiño Romarís (1965). Y esa misma curiosidad conservó durante largos ciclos de estaciones la simiente a buen recaudo hasta su brote tardío, pero vigoroso. Alcanzando el vilagarciano una semana atrás con la Universidade de Santiago de Compostela (USC) el mayor logro colectivo del ajedrez autonómico, el título de campeón de Liga de la División de Honor. Una categoría en la que Patiño figura entre los contadísimos jugadores que han disputado todas sus ediciones, en el único club que siempre ha jugado en la máxima división gallega, la única disputada a seis tableros. Hablamos de ajedrez. Pero escuchando el testimonio de Roberto, también profesor desde hace años en los clubes de ajedrez de A Estrada y Lalín, descubrimos además cómo agenciarse de por vida una navaja suiza a mano de la cabeza.

«Si das un pasito más allá del simple conocimiento de las reglas, y aprendes un poquito de estrategia y táctica, el disfrute es exponencial. Y si pasas esa barrera, y sigues avanzando, el ajedrez se convierte en un reto; encuentras un amigo que te acompaña toda la vida», cuenta Patiño con pasión tamizada por la lógica cartesiana, mezcladas en perfecta armonía en cada reflexión sobre el principal antivirus con el que combate cada día su aversión a la rutina. La que neutraliza también con su adicción a la historia, un gusto ecléctico por la música y el cine, y el papel de viajero por la geografía física de lugares por conocer.

Superada la simple mecánica de los movimientos, adquirido el rango de ingeniero, el ajedrez proporciona, enumera, toda una serie de beneficios: «Te da un incentivo deportivo. Te da un disfrute artístico, al sentir la belleza de las ideas que se van materializando en el tablero. Un reto mental. Suma para la salud, combinado con una buena alimentación y ejercicio físico. Te regala un disfrute interactivo. Y conoces a gente maravillosa».

El estallido del Big Bang

La semilla del ajedrez empezó a asomar a la superficie en la vida de Roberto en aquellos primeros torneos con los que Adolfo Pedrido cimentó en los 80 la práctica del deporte de reyes, reinas y peones en Arousa. «Con 20 años jugué mi primer torneo importante, el Virgen de la Peregrina», recuerda, «fue mi bautismo de fuego, y se me dio muy bien» aún siendo «autodidacta. Leía algún libro sobre la materia, pero no tenía medios para desarrollar mis fundamentos, porque apenas tenía material a mano, y aquí escaseaban los jugadores, los monitores, los torneos...».

Bachiller en el antiguo Instituto Calvo Sotelo, el hoy Castro Alobre, tras obtener el ciclo de FP en electrónica en el centro de Fontecarmoa, el actual Bouza Brey, y después el de equipos de informática en A Xunqueira, Pontevedra, el vilagarciano encauzó su carrera profesional con una beca de la Xunta para técnicos de apoyo a equipos de investigación de la USC. Y así, en 1988 ganó el torneo universitario compostelano. Un primer hito en su carrera que lo puso en la mira de José Luis Veiga, el coordinador de la sección de ajedrez de la USC, con el que hoy sigue compartiendo filas. Veiga lo animó a sumarse al club. Y en la vida de Roberto se produjo un Big Bang. La semilla estallando para expandirse en un multiverso. El paso del Spectrum a la reinvención constante del Mac -«Pasé de una información básica muy de andar por casa, a entrar en el club con la biblioteca de ajedrez más completa de Galicia, y a estar rodeado de jugadores de nivel»-. Labrándose un notable palmarés, culminado hasta hoy por la Liga Galega de D.H. 2018 y en el que sobresalen además dos campeonatos de España universitarios por equipos y su título de campeón gallego individual absoluto del 2000 en Lalín. Gozando de lo sublime -«Para mí el ajedrez es un placer. A los que nos gusta, ver una gran partida es como disfrutar de un gran cuadro»-. Y experimentando lo que pocos otros deportes, resalta, son capaces de proporcionar: «El ajedrez es interactivo. Puedes jugar tus partidas, y las de cualquier otro, planificando sus siguientes movimientos como espectador. En una partida lo que se ve es tan solo la punta del iceberg. Hay multitud de variantes que no llegan a producirse pero que pasan por la cabeza del jugador. En el Mundial de Sevilla del 87 Kasparov dedicó 50 minutos a pensar una sola jugada. Por su cabeza tuvieron que pasar montones de variantes que se quedaron en ella».

Con este último apunte y un hecho del que nos informa Roberto, «el 30 % de los nutrientes que consumimos se los lleva el cerebro», acabamos antes de empezar el debate sobre si el ajedrez es o no un deporte. «Todos los jugadores de cierto nivel se cuidan físicamente. Yo practiqué baloncesto, y en los últimos años voy 3-4 veces a la piscina. En torneos largos puedo acabar perdiendo entre 3 y 4 kilos», desvela.

Es por ello que junto al ejercicio físico, Patiño cuida su alimentación. Empezando por un desayuno equilibrado, con dos vasos de agua, otras tantas piezas de fruta -kiwi y plátano- y un preparado mezclado en un cuenco con leche con dos variedades de Kellogg’s, copos de avena, levadura de cerveza, semilla de lino y lecitina de soja. Mens sana in corpore sano.