Clamor contra la violencia machista

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

La educación es la llave para que esta lacra que ataca a la sociedad cada vez con más frecuencia, como atestiguan los datos, comience a perder fuerza. La educación y la visibilidad del problema

23 nov 2017 . Actualizado a las 11:29 h.

Dos horas y media de debate y varias conclusiones claras dejó ayer el Foro Voz Arousa. La primera es que el machismo está grabado a fuego en la sociedad, crece cada día más y va a ser muy complicado de eliminar. La segunda es que en la educación está la llave para erradicarlo. Los cinco ponentes estuvieron de acuerdo en que este aspecto, el de la educación, es indispensable. La educación y la visibilidad. De ahí la importancia del testimonio de Esther López. Una superviviente, como ella se define, que sufrió violencia tanto por parte de su pareja como de su padre, que se emocionó contándolo, recordándolo, y que emocionó también a todos los que estábamos en el Salón García. Esther puso el dedo en la llaga. Incidió en que la sociedad es el perfecto calvo de cultivo para que los casos de violencia machista crezcan cada día y denunció las trabas de un sistema que no trata de la misma forma a la víctima y al verdugo. Un sistema que en muchas ocasiones culpabiliza al inocente. «A min condearonme a quince días de traballos comunitarios por intentar defenderme», recordó entre lágrimas.

Fue Tania García quien abrió el turno de intervenciones. Lo hizo para destacar que no se trata de un problema menor. Todo lo contrario. «Afecta á metade da poboación», dijo. Afecta a todas las mujeres que, en mayor o menor medida, tienen que pelear para defender «uns dereitos totalmente pisoteados». La concejala de Igualdade habló de la brecha salarial entre hombres y mujeres, de la cosificación de la mujer, de la inmensa mayoría de hombres en los cargos políticos, de los altos niveles del desempleo femenino, de la publicidad sexista y también de la lentitud de las administraciones. Resaltó también la importancia de la sociedad civil como otro de los motores para cambiar la dinámica.

Rosa Santos es abogada de turno especial de violencia de género. Vive cada día lo que definió como historias desgarradoras y sabe muy bien que el sistema falla. Falla porque, razonó, «cuando un caso llega a los tribunales es porque ya ha habido un fracaso». Santos dijo que la violencia machista es el delito más encubierto y, coincidiendo con los demás ponentes, aludió al componente educacional como un factor clave. «Hay que solventarlo desde los colegios», dijo.

El sistema no ayuda. «Todo se nos queda corto para intentar proteger a esas mujeres», apuntó. Y puso el foco también en los niños. «Un padre que agrede a su mujer no está capacitado para atender a sus hijos», afirmó. Santos incidió también en la importancia de poner la vista en el agresor. «Necesitamos un diagnóstico y un seguimiento de ellos», dijo. Por último, y volviendo a la idea de que la violencia machista es el delito más encubierto, destacó la importancia de que la familia del agresor no sea cómplice. «No debe justificarlo ni disculparlo», aseguró.

Xosé Ramón Mariño Ferro comenzó su intervención lanzando una pregunta: «O machismo é innato?». Tras su exposición quedó claro que el machista no nace, sino que se hace. El antropólogo puso ejemplos suficientes como para desterrar la idea de un componente biológico que justifique este tipo de comportamiento. Y apuntó a la economía como una de las claves. «A contribución de cada un dos membros da parella á economía familiar é fundamental», apuntó el profesor. El otro elemento sobre que el puso el acento fue el del individualismo en el que cada vez nos sumergimos más y que fomenta la violencia en la sociedad. «Ten difícil solución», valoró.

Esther García le puso cara a la violencia machista. Contó su experiencia. Una terrible experiencia de la que no fue consciente hasta que un día se encontró delante de una ventana dispuesta a arrojarse al vacío. «Nunca me puso unha man enriba -dijo de su expareja- e eu non me daba conta de que era unha muller maltratada». Lo supo después, cuando empezó a reflexionar sobre lo que le sucedía en el día a día y se atrevió a denunciar.

Luego reapareció su padre en su vida. Y de ella salió después de estamparle su cabeza contra una pared, según recordó ayer. En apenas seis meses, Esther se vio en la calle. «Non tiña nin idea do que tiña que facer. O noso sistema funciona moi mal. O avogado de oficio chegou a preguntarme si estaba segura de presentar a denuncia e eu tiña un parte de danos na man», explicó.

Aquello le valió para tomar nota de la importancia de las redes de ayuda para las mujeres maltratadas. Una asociación que saca de apuros a quiénes no saben cómo actuar tras el shock inicial aunque, quizás, la mayor aportación de Esther haya sido ponerle cara a un problema tan dramático como habitual.