Impiden a una cambadesa con los tobillos rotos volar desde Alicante

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso CAMBADOS / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Una azafata le explicó que las escayolas podían reventar y la abandonó en tierra

21 oct 2017 . Actualizado a las 12:51 h.

Completamente sola, en una silla de ruedas, con dos tobillos escayolados y una maleta al lado que le resultaba imposible empujar si quería mover la silla. Así se encontró María Rey, una vecina de Cambados, en el aeropuerto de Alicante. «Me dio hasta un ataque de ansiedad», cuenta ahora. Su pesadilla comenzó, en realidad, dos días antes, cuando se rompió los dos tobillos tras caerse por una escalera. Como ella vive y trabaja en Altea, pidió permiso a su mutua para pasar la baja en Cambados. Y en cuanto tuvo la autorización, no tardó ni dos segundos en contratar el primer vuelo que la llevase directa a su tierra natal.

Tomó todas las precauciones: habló con la compañía y preguntó cómo tenía que hacer, solicitó asistencia y preparó todos los papeles necesarios. De nada le sirvió. Una azafata de tierra le impidió coger el avión, alegando que la presurización podía romperle las escayolas y causarle la muerte. Y la dejó plantada en el aeropuerto alicantino, sin asistencia y en silla de ruedas, con su maleta al lado.

Horas después voló desde Valencia sin que la compañía le pusiera ningún problema María todavía se indigna cuando recuerda la historia. Porque aunque ahora se ríe al contarlo, reconoce que lo pasó mal. Solo quería volver a casa, pues con dos tobillos escayolados precisaba ayuda para moverse. Así que buscó la manera más rápida, un vuelo directo de Alicante a Vigo. «En la web de Air Nostrum pone que puedes viajar con escayola 24 horas después de que te la pongan, las mías tenían 48. Aun así, confirmé con la compañía, llamé y expliqué lo que me pasaba, y me dijeron que tenía que llevar un certificado de que la silla de ruedas era mía», explica. Hizo, además, todo el proceso para solicitar asistencia.

Al llegar al aeropuerto, se dirigió al mostrador de la compañía, facturó y recibió su tarjeta de embarque. «Al poco tiempo viene la persona que me va a dar asistencia, pero la azafata me ve la escayola y me dice que así no puedo volar, que con la presurización me puede reventar la escayola y puedo morir en el avión», relata. Ella no daba crédito a lo que le estaba pasando. «Me sacó el billete de la mano, llamó para que trajeran mi maleta y me dejó allí tirada, en mi silla, con mi maleta y sin asistencia», sostiene. Presentó una queja: «La responsable de la taquilla me dijo que necesitaba una autorización de mi médico en la que certificase que mi vida no corría peligro». Llamó a la mutua, habló con su médico, consiguió el papel... «Y entonces me dicen que no puedo volar porque ya no me dan asistencia. La única opción que me ofrecen es pagar 500 euros para subirme al próximo vuelo, que hace escala en Madrid», relata.

«Es algo inverosímil»

Desde el servicio de urgencias del Hospital do Salnés, su coordinador, Tato Vázquez, se muestra sorprendido con las afirmaciones de la azafata. «No existen variaciones de presión bruscas, así que no me parece verosímil. La escayola, en algunos casos, puede apretar más y causar un edema, pero si está abierta (como en este caso) no tiene que haber problema», argumenta.

Así que María se encontró sola en el aeropuerto y sin nadie que atendiera sus quejas: «Llamé al 112, histérica, llorando», explica. En el lugar se presentaron dos policías nacionales. «Preguntaron dónde estaba mi asistencia y la azafata les dijo que no la tenía, porque cuando llegué ya habían cerrado la puerta de embarque. Mentira. Yo tuve mi billete en la mano y hablé con una señora que facturó después de mí», explica. Los agentes consiguieron tranquilizarla y la convencieron de que buscara otra opción. Así lo hizo. Encontró un vuelo que salía desde Valencia a Santiago. Allí se fue. «En Valencia fue todo lo contrario. Me ayudaron desde el primer momento, me dieron mi billete y me dejaron quedarme en el avión mientras hacía una escala en Bilbao», relata. No le hicieron falta papeles y nadie hizo referencia al peligro que podían suponer unas escayolas, «que además no estaban cerradas», asegura.

El viaje de María empezó a las nueve de la mañana y terminó a las once de la noche, cuando llegó a su casa de Cambados. «Tuvieron que cambiarme las escayolas porque con los nervios y la tensión las había roto», afirma. Ahora ha iniciado los trámites para denunciar a la compañía. Quiere que le devuelvan el dinero que perdió. Y no descarta denunciar directamente a las azafatas que causaron toda esta pesadilla. «Quiero denunciar el trato que me dieron», asegura. Al intentar contactar con la compañía Air Nostrum, no fue posible obtener su versión de los hechos.