Eminentemente pragmático, Pedro Mansilla, jefe de servicio de la estación dependiente de la Diputación, centra la lucha contra el picudo en su vertiente crematística. «Hay tratamientos, y son eficaces, pero tienes que ser muy constante: si la palmera es pequeña lo podría aplicar un particular, pero ¿quién puede escalar o pagarse una grúa para subir a un ejemplar de quince metros?». Aunque el precio varía en función de la empresa que lo desarrolle, el remedio cuesta entre 300 y 500 euros por árbol y año. «Claro, es un tema complicado, porque son necesarias varias aplicaciones, y eso no significa que la palmera se vaya a salvar en un año, así que hay particulares que lo hacen y otros que no; la cuestión fundamental, como en tantas ocasiones, es el dinero».
Obviamente, si hay ejemplares enfermos que no se tratan ni se talan, el escarabajo sobrevivirá en ellos. «Por ello sería importante que ese tratamiento lo aplicásemos todos, pero, de no ser así, sería esencial que se retirasen en cuanto fuese posible para que no generen problemas».
Tampoco es que resulte fácil deshacerse de una palmera de buen porte. «Hay quien piensa lo contrario, pero no es nada sencillo quemar una palmera. Lo que se está haciendo, fundamentalmente, es enterrarlas después de darles un tratamiento específico, y eso también cuesta; así que, al final, todo se resume otra vez en dinero contante y sonante».
El norte de Portugal está barrido. Y la propia sede original de la estación fitopatológica, que se remonta a 1880, perdió a las dos palmeras centenarias que flanqueaban su entrada. Si esto sucede en casa del médico...