Las últimas vacas de Sanxenxo

Marcos Gago Otero
marcos gago SANXENXO / LA VOZ

AROUSA

Marcos Gago

«Cuca», «Nova» y «Roxa», ejemplares de genuina raza rubia gallega, pacen en una finca de Pazos, en la parroquia de Nantes

13 ago 2017 . Actualizado a las 10:49 h.

A Yolanda Martínez Varela (40 años, Sanxenxo) la cría de vacas le viene de familia. «Que eu recorde tiveron vacas eu, a miña nai, a miña avoa e a miña bisavoa», recuerda al hacer cuentas. «É unha tradición, vai por xeracións», añade. En su vivienda en Pazos, en la parroquia de Nantes, pacen tranquilamente tres de las últimas vacas de Sanxenxo, quizás las últimas. Su marido, Cristóbal Garrido, recuerda que había otra explotación ganadera en Noalla, pero que cerró recientemente. Eso en cuanto a vacas, porque bueyes no se ve uno en la capital turística de las Rías Baixas desde hace años. Así que vecinos y turistas se tienen que conformar con Cuca (diez años), Nova (cinco años) y Roxa (dos años y medio). Esta última está preñada y es primeriza, así que requiere algo más de atención. Son las últimas vacas sanxenxinas. «Antes había alomenos unha en cada casa», recuerda Yolanda. Eran otros tiempos.

Este matrimonio de Nantes cuida de estas vacas, de raza rubia gallega, para consumo propio. Si se encariñan de alguna ternera, la amnistían para cría.

«Temos as vacas porque nos gustan e porque temos pastos, porque se non tes terreos e as tes na cuadra non ten sentido», confiesa. Cuca, Nova y Roxa tienen una dieta muy natural, sin piensos ni aditivos. Pastan en los prados que rodean la casa, sus dueños les cortan hierba cuando lo necesitan y en invierno «dáselle alpaca, pero todo da finca, millo, porque se lle fai fariña, todo de aquí, da casa», relata.

Miles de personas se pelean por conseguir un metro cuadrado de arena en Silgar, pero ni Yolanda, ni Cristóbal se sienten atraídos por el encanto del mar. «Nós estamos acostumados á terra e nós non vemos Sanxenxo como zona de praia, nós non disfrutamos da praia porque non é cousa que nos guste. Nós disfrutamos máis do campo».

Las tres vacas responden a la voz de sus dueños, sobre todo a la de Cristóbal. Son mansas y alejadas de ruidos y pasan una vida tranquila, ya que no trabajan el campo ni sufren ningún estrés. Comparten los prados con dos caballos y ni se alteran ante los flashes del fotógrafo, como si supiesen que son las estrellas del momento. Son como destellos de otra época, de cuando los carros cantaban por las corredoiras y Sanxenxo era una villa de casitas junto al mar.

«Hai turistas que veñen e dinlles aos nenos: ‘‘Mirade de onde sae o leite’’»

La casa donde viven Cristóbal y Yolanda está al lado de la Vía do Salnés, transitada por miles de coches. «Os turistas ás veces ven as vacas cando van conducindo e dan a volta e paran diante delas e lles fan fotos». La curiosidad les puede y si encuentran a alguno de los dos con los animales, les preguntan. «Dinlle aos nenos: ‘mira de onde sae o leite, non é do supermercado, é da ubre», relata Cristóbal. La reacción de los pequeños es de una gran curiosidad. «Os nenos preguntan se poden tirar do teto para ver como sae o leite», detalla Yolanda. En ocasiones, este matrimonio de ganaderos ordeña las vacas delante de los asombrados ojos de los niños de fuera que, preguntan en su inocencia, si pueden probar esa leche. «Nós lles dicimos que non, que ten que ser fervido».