Desde entonces, continúa trabajando por libre con grandes marcas, colaborando con diferentes agencias, y buscándose sus propios clientes. «Las colaboraciones me permiten seguir metido en proyectos muy gordos, lo que de otra manera no sería posible», explica. La bodega San Ero fue uno de sus primeros encargos. «Ese fue uno de los trabajos con los que disfruté más, a pesar de ser pequeño. Siempre tienes el control absoluto del proyecto, lo que te permite hacer mejor las cosas. Además, el del vino es un mundo que me apasiona», sostiene. Reconoce que no fue tarea sencilla «hacerles entender la importancia de crear una marca» porque mucha gente sigue pensando «que solo es una etiqueta y esta no es nada si no hay nada detrás», insiste. Sostiene que «las marcas son como las personas, tienen que hablar y ahí está el reto de hacer equipo con el cliente», añade. En este caso lo logró. Aprovechó la leyenda de San Ero para rediseñar toda la imagen de la firma. Y triunfó. La leyenda de San Ero ha conseguido conquistar a los gurús del diseño de Nueva York.
la botella
Para diseñar la imagen de esta bodega, Núñez se inspiró en la leyenda de San Ero, un noble gallego que quiso conocer el paraíso. Se puso a contemplar un pájaro y, cuando regresó, habían pasado 300 años.