El marino que dirige un cole a golpe de retranca

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

RAMÓN LEIRO

El cartagenero salió de la Escuela Naval con 23 años, «despacho y novia». Es profesor de «bridge» y novelista

16 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Derrocha sentido del humor y la sobriedad de quien ha vivido muchas cosas. Aunque él las simplifique todas. Para empezar, asegura que se cruzó el país entero, desde Cartagena hasta Marín, con 18 años por una simple cuestión de lo que denomina «condición ambiental»; es decir, porque en su ciudad natal se respira base naval. A día de hoy, y tras más de tres décadas dedicado en cuerpo y alma a la Marina, sigue sin tener muy claro qué fue lo que le empujó a hacerlo. Cuando llegó a la Escuela Naval de Marín se dio cuenta de que era el único de toda su promoción que no procedía de familia de militares, recuerda con naturalidad.

«Entré en el 72, y salí en el 77 con despacho y novia. De Pontevedra, claro». María José es ahora su mujer, y con ella empaquetó toda su vida dieciséis veces para alternar los seis destinos a los que ha sido enviado alternativamente durante los últimos 35 años. Ferrol, Madrid, Santander, Palma de Mallorca y Cádiz, donde tuvo a la mayor de las tres hijas. Además de Marín, claro. Aunque es aquí donde se va a jubilar -«si le digo a mi mujer que nos vamos, me mata»-, confiesa que no es en Pontevedra donde ha sido más feliz. Tampoco en el sur. «En Santander pasé los mejores años de mi vida socialmente», confiesa, y explica que es en el municipio del norte donde tienen más amigos. Y eso que solo estuvieron allí cuatro años.

Lo dice mientras sostiene bajo sus manos el único ejemplar que le queda de su primera novela, la única que ha publicado por el momento, pero cuya continuación asoma por detrás de su discurso. Sobre todo, por el éxito inesperado que tuvo La estrella Argéada, una intriga histórica ambientada entre Macedonia y la ría de Pontevedra. Uno abre el libro y ojea una página al azar. El comienzo del capítulo cuenta cómo el protagonista se enamoró de una joven en su primer año de estudios en la Marina. ¿Es autobiográfico? «No -dice, y no puede evitar reír cuando lee el párrafo señalado-. Sí es cierto que me siento más cómodo escribiendo sobre lo que sé».

Y también sobre lo que no tanto, porque, aunque fuera profesor -durante cinco años, de la asignatura de Armas Submarinas, una de las materias de primer orden de la carrera-, el trabajo de investigación que tuvo que realizar para documentar la novela le llevó gran parte de los dos años que empleó en escribirla. A ellos hay que sumar otro más en la búsqueda de editorial. La cosa se puso tan complicada que decidió lanzarse por su cuenta y autoeditarse bajo el sello Círculo Rojo. La primera edición, de un centenar de ejemplares, se agotó en la presentación, en noviembre del año pasado, en el Liceo Casino. La segunda, de otros cien, poco después. «No sabía que tenía tantos amigos», bromea.

Es imposible no detectar esa mezcla de humildad y orgullo con la que habla de su obra. Ahora, con solo un ejemplar de La estrella Argéada en su poder, está a espera de que una editorial andaluza que mostró interés por ella se decida a ponerse con él. ¿Y qué le dijo su mujer cuando le anunció que iba a empezar a escribir un libro para compaginarlo con su labor de profesor de bridge y de director de un colegio? «Está encantada. Y cuando se la termine de leer le va a gustar», dice. Las suelta con seriedad, como si estuviera constatando una realidad, y hay que estar desarmado para disfrutar de la conversación. Ríe: «Anda que... ¡mira que no habérsela leído todavía!».

Cabe la duda de si es porque estará tan ocupada como él. Lo de la novela fue «un capricho, un antojo». Lo hizo porque quiso. Lo de ser profesor de bridge, también. Empezó a jugar hace 46 años, así que, incluso aunque no tuviera el título de árbitro local, sí tendría experiencia y conocimientos suficientes para dar clase. Es lo que hace en sus tardes libres. Cuando regresó a Pontevedra hace siete años tras otros siete fuera se dio cuenta de que el equipo del Casino estaba algo mermado en comparación a como lo recordaba, así que se propuso levantarlo. Ahora, solo los miércoles por la tarde reúne a más de media docena de alumnas en su planta superior para enseñarles a practicar este deporte de naipes. «Es muy buen profesor -asegura una de ellas-, tiene una paciencia con nosotras..».

De modo que la única de sus ocupaciones que no se ha convertido en afición es la de dirigir el CPR Salvador Moreno. Tras completar sus 33 años de servicio, pasó a reserva, como todos los marinos. Por entonces, el centro estaba regido por las Discípulas de Jesús desde 1953, pero una norma nueva obligaba a los docentes a retirar al cumplir 70 años, de modo que se convirtió en un imperativo cubrir las bajas que las religiosas dejaban en el centro. Al Estado le quedaron entonces tres alternativas: cerrarlo, traspasarlo a la Xunta, o crear una dirección militar. Eligió esta última opción. Fue hace año y medio. Aunque había varios voluntarios para el puesto, el Ministerio de Defensa se lo ofreció a él. «Y yo que lo pedí escapando de mis tres nietos», suspira cuando llega de recoger a uno de ellos del colegio. Y vuelve a soltar esa sonrisa de retranca.

La estrella argéada

La novela está ambientada en la isla de Tambo, donde comienza una intriga que arranca con el hallazgo de un medallón antiguo con un extraño grabado. La trama conduce al lector hasta Macedonia, un lugar en el que José Garoli (abreviación de García Olivares) no ha estado físicamente, pero sobre el que se ha documentado concienzudamente. Las dos primeras ediciones se agotaron en tres meses