Un ourensano planificó la fuga de 24 etarras de la cárcel de Segovia hace cuarenta años

SINDO MARTÍNEZ OURENSE / LA VOZ

AROUSA

Santi M. Amil

Fue la mayor evasión carcelaria de la época y se recreó en una película

16 oct 2016 . Actualizado a las 18:48 h.

Corría el 5 de abril de 1976. Franco había muerto en cama unos meses antes. El País Vasco era un auténtico polvorín, con una mayoría ciudadana simpatizante con el terrorismo etarra, que era contemplado por muchos vascos como un movimiento de liberación contra la dictadura. En esta coyuntura, un grupo de presos de ETA político-militar organizaron una fuga de la cárcel de Segovia tras excavar durante meses un túnel de casi un kilómetro y acceder a la red del saneamiento. Un vecino de Rabal, en Trasmiras, Manuel Rodríguez Estévez, que ahora tiene 75 años, fue una de una de las personas que planificaron y ejecutaron aquella fuga, la denominada operación Barco, que inspiró en 1981 una película de Imanol Uribe. Este ourensano era transportista de profesión y vivía en Pasajes (Guipúzcoa). «Preparamos el traslado de los presos etarras tras su fuga y el camión para que los huidos pudiesen ir en el tráiler. Aquella operación se planeó con tres meses de antelación», recuerda.

Los 29 fugados (24 de ETA político-militar y cinco miembros de un grupo antifranquista catalán) lograron salir del penal por un túnel paralelo a los conductos de aguas fecales a plena luz del día, hacia las dos de la tarde. Desde allí fueron metidos en una furgoneta grande, cuyo propietario había sido secuestrado horas antes en la capital de España.

«En Somosierra (Madrid), introdujimos a los fugados en un gran tráiler que llevaba 12 toneladas de madera en la parte de atrás, pero en el que habíamos dejado sitio delante para cincuenta personas», relata.

Desde allí, y con Rodríguez Estévez al volante, se inició un tormentoso traslado de seis horas hasta un pueblo navarro. Angustiado por la posibilidad de un posible control policial, Rodríguez pisó a fondo: «Íbamos en algunos tramos a 120 por hora, había que llegar cuanto antes».

El destino estaba muy cerca de la frontera con Francia. Allí llegaron hacia medianoche y los fugados vieron como el contacto que iba a ayudar a pasar al país vecino no se presentó. En ese momento y tras una votación, decidieron echarse al monte para intentar alcanzar tierras galas.

Algunos de los escapados, no obstante, fueron detectados al día siguiente junto a la frontera por una patrulla de la Guardia Civil, comenzando un tiroteo tras el cual el grupo se dispersó en pequeñas partidas. La densa niebla dificultó el plan de fuga.

Uno de los fugados, Oriol Solé, del FRAP, murió en un monte en Navarra, alcanzado por los proyectiles, muy cerca de la frontera francesa. Finalmente, cuatro de los fugados se salvaron del apresamiento.

Regreso de Francia

Poco después de aquello, Rodríguez Estévez, que deja claro que no militaba en ETA, decidió pasar a Hendaya, en Francia, con su mujer y su hijo de tres años. «Allí mantuvimos una reunión en la gestoría Mugalde -relata-. Me dijeron que podía optar entre quedarme allí o volver a España y contar a la Policía que había sido secuestrado y obligado a trasladar a los fugados. Decidí eso, regresar y entregarme».

Eran tiempos en los que la esperanza de un cambio y una transición a la democracia estaban en el aire, también para los huidos vascos a Francia. Tras presentarse voluntariamente en el cuartel de San Sebastián en 1976 le maltrataron, según afirma, en dependencias policiales durante días diez. Posteriormente, pasó por las cárceles de Ciudadela (Pamplona), Ocaña y Carabanchel. Rodríguez iba a ser juzgado por la vía militar, pero ese proceso no llegó a celebrarse.

En una de esas cárceles, en la de Carabanchel, coincidió con el Lute: «Aquello era muy duro, pasé 23 horas y media al día en una celda de castigo. Cristina Almeida asumió mi defensa. Mi responsabilidad penal, antes de celebrarse el proceso, acabó con la amnistía que decretó el gobierno de Adolfo Suárez».

Rodríguez guarda aún parte de las diligencias del fiscal militar que se abrieron contra él y recortes de prensa de la época alusivos al caso. «En aquella época -rememora con orgullo- llevaba el camión tapizado con una ikurriña, cuando aún era un símbolo ilegal».

Respecto a la película sobre la fuga, apunta con sorna, que se falsearon muchos hechos. «Había muchos errores en el filme», asegura.  

Las razones

Este ourensano explica los motivos por los que colaboró con los presos en su huida: «No tenían delitos de sangre. Eran luchadores contra la dictadura franquista». Y concluye que está en desacuerdo con los asesinatos de ETA y la deriva que tomó la organización armada una vez superado el franquismo.