El Monte Central de A Toxa es un lugar para pasear, para que los más pequeños descubran a los Grovit y para que los perros hagan ejercicio
02 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.El Monte Central de A Toxa es uno de esos rincones que merecen una visita. Un paseo por sus tranquilos senderos, una parada para saludar a sus tres famosos y equinos inquilinos y una parada en su pequeña aldea de los Grovit, que dejará encantados a los más pequeños. En este recinto hay espacio para los fans de la naturaleza, para los del deporte y hasta para los de los animales. Porque este parque cuenta incluso con un recinto en el que los canes pueden ejercitarse. Por cierto, está completamente libre de las molestas deposiciones de estos animales que pueblan las calles de los municipios.
Es quizás la vieja valla de cemento, la que rodea todo el parque y lo separa de los chalés y hoteles del resto de la isla, la que se encuentra en peor estado. Hay tramos rotos y otros en los que ha desaparecido por completo. No sucede lo mismo, en cambio, con la de madera, pues se conserva mucho mejor y solo falta alguna que otra pieza en algún tramo. Es esta la que separa al visitante de los tres inquilinos más famosos de la isla, los burros. Los animales están ya acostumbrados al trato con la gente y no es infrecuente ver a los turistas darles de comer, a pesar de los carteles que lo prohíben expresamente. También son muchos los que se paran a saludar y acariciar a los equinos. Estos cuidan a la perfección de su parcela, donde parece que la hierba está recién cortada.
El parque se encuentra en perfecto estado, aunque se puede ver la huella de los temporales del invierno. Muchas de las ramas han caído y en algunos paseos hay grandes charcos de barro, fruto de las abundantes precipitaciones. Tampoco es ajeno a la acción de los vándalos, que se ocupan de dejar los únicos restos de basura que se pueden encontrar en este entorno, algún que otro plástico en el suelo y uno de los cubos de basura que ha sido vaciado en los alrededores.
Inmaculado está el parque canino, un recinto perfectamente vallado en el que los animales pueden correr libremente y ejercitarse en los distintos aparatos allí colocados. Curiosamente no se encuentra en este espacio ni una de las molestas deposiciones de los animales y da la impresión de que los que utilizan estos juegos son muy conscientes de la necesidad de cuidarlos.
En el Monte Central hay también oferta para los más pequeños. El parque de los Grovit es un recinto mágico, en el que se podrá conocer la leyenda de estas diminutas criaturas que viven en las pequeñas casas cuyas puertas no se abren. Juegos de madera completan una oferta llena de colorido.
En el Monte Central debería haber también un espacio para los amantes del deporte. Pero este parece haberse quedado a medias y, actualmente, solo hay una barra de madera y metal para hacer ejercicio. Aún así, este parque es uno de los más utilizados por los amantes del running. No es raro encontrarse con vecinos que utilizan sus senderos para ponerse en forma, sea caminando o corriendo. En el Monte Central, hay espacio para todos.
Charcos y barro. Los últimos temporales han dejado su rastro en los senderos de este monte, en forma de charcos y zonas llenas de barro. También hay muchas ramas tiradas. fotos m.a.
La acción de los vándalos. Buena parte del monte se encuentra en perfecto estado y solo hay algún que otro plástico tirado, excepto donde alguien ha optado por vaciar la papelera.
Un parque impoluto. El parque para los perros es uno de los espacios más cuidados. Está vallado y los juegos se encuentran en perfecto estado. Llama la atención que en un recinto tan frecuentado por animales no haya ni una sola deposición en el suelo. Se nota que son sus usuarios los que más cuidan este espacio.
Para los más pequeños. Unas pequeñas casas y un parque infantil de madera forman la aldea Grovit, un recinto en el que los más pequeños podrán conocer la historia de estos mágicos seres.
Barandilla rota. El cierre de cemento es el que se encuentra en peor estado de todo el Monte Central. Hay muchos tramos de barandilla que están rotos y otros que han desaparecido.