El legado de Sagrario

Manuel Blanco EL CONTRAPUNTO

AROUSA

06 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En política, como en la vida, se pueden establecer tres categorías para definir a todos aquellos que en algún momento se han dedicado a la cosa pública: los gamberros, los innecesarios y los imprescindibles. De los primeros poco hay que decir. La actualidad patria se ha visto salpicada en los últimos años por sujetos cuya catadura moral dista poco de la de aquel Keyser Söze de la genial Sospechosos Habituales. Los segundos, desgraciadamente, son mayoría. Individuos empachados de buenas intenciones que, a la hora de verdad, no pasan de ahí. De la palabrería fútil, apenas música de viento para las necesidades de los ciudadanos a los que dicen servir.

Los terceros, pocos, son aquellos cuyo paso por la política se transforma en herencia. En un hecho incontrovertible que adquiere dimensión colectiva, muchas veces con el paso de los años, auténtica esencia de la actividad pública. Sagrario Franco tiene entre sus manos esa oportunidad. Abrir el muelle de O Ramal a los vilagarcianos, integrar el paseo de A Compostela y el puerto deportivo en un continuo que transformaría la fachada marítima de la ciudad, representa una de esas oportunidades históricas que en ocasiones se les presentan a los cargos públicos.

Es incontestable que otros muchos fracasaron estrepitosamente antes. Pero ahora es su momento. En sus manos está decidir qué clase de política quiere ser.