La flexibilidad de un joven de 90 años

Elena Larriba García
elena Larriba PONTEVEDRA

AROUSA

Béthencourt, haciendo el «spagat» en su estudio de Pontevedra, una posición en la que se siente tan cómodo como sentado.
Béthencourt, haciendo el «spagat» en su estudio de Pontevedra, una posición en la que se siente tan cómodo como sentado. capotillo< / span>

El secreto de Agustín Béthencout reside en la alimentación, la respiración y el ejercicio

22 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El secreto de la «juventud» de Agustín Béthencout reside en la máxima flexibilidad de todos los músculos de su cuerpo, en el dominio absoluto de su sistema respiratorio y en una alimentación sana como única medicina, que para él consiste en ser vegetariano. «Yo paso de los años, nunca pienso en la edad que tengo, si quieres saberla aquí tienes mi carné». Nació en 1925 y a sus 90 años este profesor de danza en activo, por cuya academia han pasado varias generaciones, asegura que su plena forma no es una cuestión de genética, «sino de cuidado del cuerpo y de enfocar el ejercicio físico hacia la salud». Cuenta que de pequeño «era un niño enclenque que pescaba todos los catarros, faringitis, bronquitis, gripes...». Y lo superó fortaleciendo sus pulmones. Asombra verle aumentar su capacidad torácica hasta el límite chasqueando los dedos para medir los tiempos, e incluso llenar a tope un pulmón de aire mientras el otro permanece quieto.

Todo elasticidad

Pero tanto o más que su demostración de elasticidad pulmonar, sorprenden los estiramientos que practica a diario este maestro de ballet nonagenario. Sin calentamiento previo, sus piernas se abren hasta tocar el suelo haciendo el spagat. «En esta posición estoy tan cómodo como si estuviera sentado». Y decide forzar un poco más para seguir entrenando su flexibilidad, tocando con el hombro en la rodilla y después en el suelo. Ya en pie, muestra cómo sacudir la pereza o el entumecimiento. Estira los brazos enlazando sus manos con las palmas hacia arriba y crecen varios centímetros. «Decir que desperezarse es una falta de educación es una barbaridad, porque si no lo haces pierdes estatura», explica. Para Béthencourt la inactividad física va asociada a la vejez y a la enfermedad y lo que ahora se trata de combatir desde la sanidad, el sedentarismo, él lo lleva practicando y enseñando toda la vida.

También como terapia

La danza fue solo el principio. Su trabajo derivó hacia la gimnasia terapéutica «a partir de lo que aprendí investigando mi propio cuerpo», apunta. En este aspecto, su mayor satisfacción es haber ayudado a muchas personas con problemas lumbares a recuperar la movilidad, como atestiguan las cartas de agradecimiento que guarda y en las que los remitentes no dudan en calificar sus técnicas de «milagrosas». En su Documento Nacional de Identidad también dice que nació en Tívoli. «En la antigua Roma sí, como pude nacer en Grecia, porque mis padres viajaban mucho». Ni italiano, ni francés, ni español. Él se define como «terrestre». Pasó su infancia y juventud en Madrid y en Tenerife y la genealogía de su apellido galo se remonta a Jean de Béthencourt, conquistador de las Islas Canarias. Desde niño se sintió atraído por la danza y la primera vez que vio al Ballet Ruso supo que quería ser bailarín. Se formó y pudo haber debutado en el Teatro Colón de Buenos Aires (Argentina), pero las obligaciones familiares que asumió cuando falleció su padre le impidieron dar este paso.

«Nací estrellado»

En realidad, sus dotes se extienden a todas las artes, «lo que pasa es que nací estrellado», ironiza. Se dedicó un tiempo al teatro y otra de sus grandes aficiones es la pintura, que heredó de su abuelo y sigue practicando con la ilusión de exponer sus obras. Béthencourt vino a parar a Pontevedra porque de aquí era su madre. En esta ciudad comenzó como profesor de danza y, en cierto modo, lamenta que no supieran apreciar su trabajo. Al principio, le hizo gracia el dicho Pontevedra duerme, «pero quizás tenga un fondo de verdad», concluye.