El yacimiento grovense de Adro Vello es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Diferentes intervenciones arqueológicas a lo largo de los años que luego se paralizaron dejando los restos al descubierto y a merced del expolio, daños en las piedras centenarias, abandono, falta de presupuesto para delimitar y proteger la zona y un sinfín de errores más deterioraron en las últimas décadas uno de los vestigios más interesantes de los antiguos pobladores de la comarca.
Ahora la Diputación de Pontevedra tiene pensado llevar a cabo una serie de actuaciones en la zona, pero lo hará sin que los restos arqueológicos estén incluidos dentro del catálogo de Bienes de Interés Cultural. La Consellería de Cultura lleva dos años tramitando el expediente, y no parece que vaya a resolverlo de inmediato.
El último monumento de la comarca que entró en ese honroso club fue el pazo de Fefiñáns, que lo hizo en agosto del 2012.