Zao se hace treintañera a ritmo de los ochenta

AROUSA

ADRIAN BAULDE

14 dic 2014 . Actualizado a las 04:50 h.

La fiebre del sábado noche había que pasarla bailando a ritmo de la música discotequera por excelencia, la de los ochenta. Y en Arousa no faltó donde sudarla. Canelas, Chanteclair, Totem, Musgo, Espacio Azul, Scorpio, Yuma, Zao... La gran mayoría de estas salas ya son historia pero algunas, como la cambadesa, resisten. Con apuros, pero cada viernes y sábado Zao sigue abriendo sus puertas ofreciendo música y una copa al personal. Nada es lo que era. Salvo fechas puntuales, como carnavales o Fin de Año, es muy difícil llenar. Lejos quedan aquellos tiempos en que entrar en Zao un domingo a las diez de la noche te obligaba a furar entre una multitud para poder alcanzar la pista. La meta era una suerte de tablero de color que iluminaba los pies de quienes se movían a ritmo de The Cure o de Radio Futura. «Aquellos eran muy buenos tiempos», recuerda Moncho Daporta, uno de los cuatro hermanos que en 1984 se lanzaron a la aventura de montar una discoteca. Venían de una familia de depuradores y no tenían ni idea de los negocios de hostelería y espectáculos. «Pero tiñamos o máis importante, o local», apunta Pepe.

La gran referencia

Para entonces, la noche cambadesa era de Beylu, pero los Daporta fueron capaces de arrastrar al centro a los noctámbulos que cada fin de semana peregrinaban hasta Corvillón. Beylu sucumbió mientras Zao vivía su época dorada. «No hubo nadie que no pasara por Zao». La frase de Pepe Daporta no es una exageración, si tomamos como referente el planeta Arousa y alrededores. «Ata viña xente de Pontevedra, de Santiago, de Vigo...».

El papel de la música

Zao se ganó su público y fue la llama que encendió la que iba a ser una de las movidas más buscadas de la comarca. A finales de los ochenta y a principios de los noventa, quien más quien menos hacía parada en Cambados en aquellas rutas de sábado que obligaban a cruzar en una misma noche de O Grove a Vilagarcía o de Sanxenxo a A Illa. «La música era algo muy importante en aquella época. Ahora la gente no va a la discoteca a escuchar música pero antes sí», señala Tito, un nostálgico de U2, de Siniestro y demás iconos del pop-rock. Los dj?s se llamaban pinchadiscos, y por Zao pasaron una buena nómina de ellos. Miguel Prego fue el referente pero hubo otros como Evaristo y Juan que permanecen en la memoria de todos aquellos que bailaron a su compás. Eran los tiempos en que se estilaban los sillones y la luz brillaba por su ausencia. Aquella estética de guateque pronto quedó atrás en favor de una decoración más funcional, en la que ya no había mesas y había que dejar el vaso entre barrotes metálicos pegados a la pared. En Zao hubo hasta siete reformas «pero esta -que ha revestido las paredes del local de acero- xa é a última», dice Pepe. Suena a resignación, pero es que el negocio es cada vez más difícil de sostener. La juventud tiene poco dinero y hay mucha competencia. Pese a todo, siguen fieles a su máxima, cobrar entrada, y seguirán haciéndolo porque «son os demais os que se equivocan». Y si la fórmula les sirvió para llegar al 2014, ¿por qué no va a seguir funcionando? Con la incertidumbre de lo que va a deparar el futuro, los Daporta se centran en el presente, y este es un presente de efemérides.

Fiesta este viernes

Para celebrar los 30 años de Zao han organizado una fiesta ochentera para el próximo viernes en la que esperan reunir a unos cuantos cuarentones y cincuentones que se sacudieron las alegrías y las penas de la juventud en su local. Sin duda, será una noche propicia para las batallitas y las anécdotas. Los Daporta tienen unas cuantas -no todas confesables-, como la de aquel chaval, Andrés, que se quedaba a dormir dentro de la discoteca o la de los viernes de Semana Santa, cuando las procesiones todavía pasaban por la calle Infantas y había que bajar la música a su paso por aquello del respeto. Famoseo tampoco les faltó; «aquí vino una mis España y Joselito», recuerda Tito; y sustos tampoco, a cuenta de peleas y cortes con vasos, con visita de la Guardia Civil incluida. «Pero nosotros nunca tuvimos una denuncia», apuntan. Y esperan seguir así. ¿Habrá bodas de oro? Son escépticos. «Pode ser que Zao siga, aínda que non necesariamente con nós». De momento, este barco sigue a flote con Moncho al timón. Y mientras navege..., a bailar.