El paro se acaba y el futuro pinta «negro»

Bea Costa
bea costa VILANOVA / LA VOZ

AROUSA

Las 39 extrabajadoras del geriátrico acumulan una media de 50.000 euros sin cobrar

07 dic 2014 . Actualizado a las 04:53 h.

Isabel Osorio, Ana Isabel Vivel y Monte Noia son tres de las 38 mujeres, más un hombre, que fueron despedidos el año pasado de la residencia geriátrica Valle-Inclán. De los 39 solo una ha cobrado parte del dinero que le corresponde en concepto de salarios de tramitación e indemnización. Como el suyo, el resto de los despidos han sido declarados nulos por el juzgado, pero la sentencia de poco ha servido. Ni han sido readmitidas, ni han cobrado las indemnizaciones, de manera que están atrapadas en un limbo cuya único asidero es el subsidio de desempleo. Aunque tampoco del todo. A más de una le ha llegado una carta de la oficina de empleo reclamando la devolución del paro percibido, al no haberse declarado la extinción del contrato. Las reclamaciones presentadas por las vías administrativa y judicial han evitado, de momento, que tengan que devolver estas cantidades.

Pese a tener sentencias favorables, las despedidas no albergan ninguna esperanza de cobrar, dado que su antigua empresa, Viajes Silgar, está inmersa en un concurso de acreedores. Su último recurso es el Fondo de Garantía Salarial (Fogasa), pero por esta vía cobrarán tarde y menos de lo estipulado por el juzgado. Ante este panorama a Isabel, Montse, Ana Isabel y las demás no les queda otra que esperar, y no falta quien quiere tirar la toalla. «Pero é que aínda que haxa quen queira cobrar agora do Fogasa non pode, porque non é legal», explica Ester Campoamor, de la CIG.

En casi año y medio de conflicto hay momentos para todo, para la euforia y para el desánimo. Al principio convocaron protestas, con encierro incluido en el Concello de Vilanova, pero el cansancio hace mella. «Pero sempre acabamos tirando unhas das outras», explican. Al menos todavía cobran el paro -entre 550 y 600 euros al mes-, pero al cabo de seis meses las tres protagonistas de este reportaje se quedarán sin prestación y, con suerte, podrán acceder a los 400 euros de ayuda familiar. Entre los 39 despedidas, quien más quien menos tiene cargas familiares. Ana Isabel Vivel, por ejemplo, acaba de tener un bebé -lo llaman el «niño del conflicto» porque nació en el apogeo de las protestas- y «hay dos despedidos que son pareja», de modo que en casa ya no entra ningún salario. «Hai xente que o está pasando mal», y no solo económicamente. Isabel Osorio está tratándose contra la depresión. El despido fue la gota que colmó el vaso pero hacía meses que trabajar en la residencia era un infierno. Según afirman, desde que llegó el último gerente han sufrido un agravio tras otro, porque cuando no le rebajaban la categoría laboral, las vejaba, sostienen. «Yo soy dietista y acabé haciendo la comida», explica Ana Isabel, que fue despedida un lunes después de haber comunicado el viernes anterior que estaba embarazada. Ahora se dedica a cuidar a su hijo pero, a medio plazo, confía en poder encontrar un empleo. Sus compañeras lo ven más crudo. ¿El futuro?. «Negro, negro», exclaman al unísono. Con 51 y 53 años, estas auxiliares de enfermería creen imposible reincorporarse al mercado laboral. «Eu xa non volvo a traballar en ninguna empresa», sentencia Isabel.

El escenario no es halagüeño «pero tampouco queremos dar pena», apostilla Montse. Ella, como sus compañeras, tienen alma guerrera. Las tres son afiliadas a la CIG y las tres fueron objeto de represión sindical por parte de Viajes Silgar, según consta en la sentencia judicial, hasta el punto de establecerse indemnizaciones de entre 2.000 y 4.000 euros por este concepto. Los sindicatos CC.?OO., CIG y UGT cuentan con afiliadas entre las extrabajadoras y los tres han asumido la representación del colectivo, lo que ha contribuido a que el conflicto se mantuviese vivo y consiguiera visibilidad ante la opinión pública. Hace tan solo unos días, de la mano del BNG, lograron un acuerdo plenario en Vilanova sumándose a sus reivindicaciones y que del caso Valle-Inclán se hablara, también, en el Parlamento de Galicia.

Nuestras protagonistas nunca pensaron verse tras la pancarta, acudiendo al juzgado y hablando del Fogasa. «Xa fixemos un máster», bromean. Y es que «en la residencia nunca hubo problemas hasta que la compró Francisco González Janeiro (Viajes Silgar) y trajo a Enrique Martínez Núñez para liquidar la empresa».