Que el disparate cometido con Oleaje le duele a Manolo Paz es algo que cualquiera que converse con el escultor cambadés percibirá al instante en cuanto mencione su obra maldita. Descubrir que sus restos agonizan en un rincón del puerto de Vilagarcía no ha mitigado un disgusto gestado hace ya 16 largos años. «Prefiro nin falar deste tema», confesaba ayer el artista, que esta semana viaja a Panamá para inaugurar, el jueves, La distancia que une, una exposición que acoge el Centro Cultural de España.
Como mucho, de la charla es posible concluir que, tal vez, y solo bajo circunstancias muy concretas, Paz estaría dispuesto a estudiar la forma de reconstruir, al menos en parte, su creación. Porque, dada la trascendencia, prestigio y cotización del escultor, Oleaje es, con permiso de RosadoMar, de Xaquín Chaves, la obra de arte de disfrute e inversión públicos más importante de Vilagarcía.
Mientras las instituciones se lo piensan, una segunda pregunta merecería ser respondida. ¿Quién destruyó en realidad Oleaje, una creación articulada a partir de una quincena de piezas de granito extraído del propio Xiabre, pensada para simbolizar un nuevo tiempo de reencuentro entre Vilagarcía y el mar? La historia oficial habla de un camión que, maniobrando marcha atrás, golpea y daña la escultura en junio de 1998, cuando José Luis Rivera, impulsor de la instalación un año antes, junto al entonces conselleiro de Cultura, Pérez Varela, había sido relevado ya de la presidencia portuaria por Manuel Bouzas. Dicen, quienes algo tuvieron que ver con aquello, que Bouzas era, en principio, partidario de repararla. No así el director del momento, empeñado, afirman, en hacer desaparecer tanto el granito como la placa inaugural que unía los nombres de Fraga y Rivera, quien ayer no fue menos breve: «Una pena y una vergüenza».