El cortoplacismo cabalga de nuevo

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Fexdega es como una metonimia de Vilagarcía, que comenzó el siglo apuntando alto pero parece desinflarse sin objetivos claros

10 feb 2013 . Actualizado a las 06:55 h.

En los albores del presente siglo, Vilagarcía se anunciaba como una población que quería ir hacia alguna parte y trataba de definir ese camino. En el mundo de la farándula siempre han brillado las lentejuelas y la capital arousana entraba pisando fuerte en el terreno de la infraestructura cultural, inaugurando un flamante auditorio dotado de 750 butacas. Años después se demostraría que la pizarra de su cobertura exterior era pura jaravaca, obligando al erario público a desembolsar 549.937 euros extra para reponerla (construirlo había costado 5,6 millones). Un agujero por el que nadie ha rendido cuentas. Nadie lo pidió, tampoco, y si alguien levantó la voz, lo hizo sin estruendo.

Lo importante, controversias al margen, es que había auditorio. El público respondió a la inversión llenando a rebosar su aforo hasta el punto de forzar a la entonces Caixanova a plantearse limitar el número de entradas que podía adquirir una misma persona. Hoy, después de que se hayan batido récords de asistencia a la baja (dicen las malas lenguas que un espectáculo programado hace un par de años cosechó la bonita cifra de un espectador) semejante idea parece de otro mundo.

El contenedor cultural se hizo realidad gracias a un convenio que Javier Gago y Manuel Bouzas firmaban en 1999 para la cesión de la vieja explanada TIR y el antiguo recinto de Fexdega. Aquel paso brindó el que, a la postre, se convertiría, le pese a quien le pese, en el mayor revulsivo que Vilagarcía ha generado en la pasada década: un restaurante de Mc Donald?s capaz de atraer a gente de toda la ría y colocar sus envoltorios en la mismísima cumbre del Xiabre. Lo malo es que a la multinacional de la comida rápida le acompañó una nefasta urbanización que hizo de lo que debió ser una zona lúdica de referencia, abierta al mar, una especie de colegio nacional con bares en lugar de aulas y unos multicines ocupando el lugar de las proyecciones del Nodo.

El primer síntoma de la desfeita

Aquello fue un verdadero fiasco, una oportunidad perdida entre las broncas del Concello y la Autoridad Portuaria y los intereses cruzados de empresarios propios y ajenos. Con la perspectiva que otorga el tiempo es fácil ver en aquel desastre el primer síntoma que torcería el porvenir.

La tercera pata del taburete es el recinto de Fexdega. Ahora la Cámara de Comercio abandona la nave, pero Manuel Coello, que la inauguró, y sobre todo Carlos Oubiña, quien más tiempo la disfrutó desde la presidencia, empuñaron el timón con ahínco hasta que la depresión demostró que sin una fuerte inyección de dinero público el invento no pitaba. Vilagarcía, sin embargo, no se queda con las manos vacías. Dispone de un pabellón de 8.000 metros cuadrados completamente diáfano. Y, si bien es cierto que se diseñó sin tener en cuenta importantes factores -sonoridad para la celebración de conciertos, ahorro energético, un sistema de panelación o vestuarios de verdad- no lo es menos que no existen en Galicia unas instalaciones semejantes.

Llegado otra vez el momento de las decisiones, es de temer que el cortoplacismo haga de las suyas. Falta ambición. Con el canon mensual de 2.000 euros del pádel, el mantenimiento de Fexdega irá, según las cuentas denunciadas por el BNG, generando un déficit de unos 12.000 euros al cierre de cada ejercicio. Tal vez convendría pensar con calma en un destino que verdaderamente se sitúe a la altura de un recinto único, ya que la devolución del IVA nos ofrece un salvavidas de 700.000 euros. Mientras Pontevedra gana premios internacionales de movilidad, aquí obviamos nuestro propio plan tras haberlo pagado (63.750 euros) para privatizar el control del tráfico sin acordarnos, tan siquiera, del transporte urbano. Cortegada y el parque nacional parecen no existir. Ni siquiera vamos a Fitur con el resto de la comarca. Y si Renfe abre la mano, y lanza tarifas ultracompetitivas para la conexión con Madrid, Vilagarcía es la única estación del Eixo Atlántico que carece de una escala directa con la capital... Como dejó escrito Felipe González, el futuro ya no es lo que era.