Son muchas las cuestiones que el fiasco de Luz Salgada puede poner a temblar. El equilibrio económico del Concello de Vilagarcía, con consecuencias por sondear en ámbitos tan sensibles como el futuro de la plantilla municipal, es sin duda la más obvia. Es difícil que la capital arousana se libre en cierta medida de los funestos efectos de una gestión que suma ya siete años lamentables. La capacidad del Ayuntamiento para poner en marcha proyectos propios depende, directamente, del resultado de las gestiones emprendidas por Fole.
Basta echar un vistazo a los presupuestos municipales que el pleno aprobó en diciembre para constatar que, sin el crédito del ICO, Ravella poco más podrá hacer que mantener el barco a flote. Las cuentas para este año incluyen un capítulo de inversiones reales que, aun creciendo notablemente con respecto al ejercicio anterior (en el 2012 apenas supusieron 73.000 euros), se queda en 181.112 euros, insuficientes para acometer obras de un cierto calado aunque este nivel se mantuviese en lo que resta de mandato.
A Xunqueira y el mercado
Desmanteladas las intenciones del anterior gobierno local con el retorno al Partido Popular a Ravella tras 20 años en el banquillo de la oposición, las prioridades con respecto a Luz Salgada se reorientaron completamente. Los extravíos sobre aparcamientos de pago se olvidaron para centrar el foco sobre la necesidad de completar la remodelación de la plaza de abastos y una regeneración, más modesta que la ideada por Marcelino Abuín e Isabel Aguirre, del parque de A Xunqueira. Difícilmente podrá llevarse algo así a cabo sin una inyección mínima de unos 2 millones de euros. El azar y los números son así: la misma cantidad a la que ascienden los intereses de Luz Salgada.