La mejor plaza para un artista torero

La Voz

AROUSA

MARTINA MISER

04 ago 2012 . Actualizado a las 06:45 h.

Los artistas -los de verdad- son capaces de hacer magia. De esa verdad indiscutible dejó constancia el jueves Manolo Escobar, que logró convertir Fefiñáns en una plaza de toros en la que el público exclamaba olé con cada requiebro de su Y viva España. La canción está impregnada de un optimismo del que anda muy necesitado el país, desmoralizado por la prima de riesgo. Quizás por eso, fue esta la pieza elegida por el señor de la canción para despedirse de Cambados. Hasta el año que viene, si hacemos caso de las palabras con las que se despidió de un público entregado, que no se cansó de reclamar para él un título, el de Cabaleiro do Albariño, que según algunos merece más que Julio Iglesias, «que desafina».

Manolo Escobar jugaba con buenas cartas ante un público rebosante de ganas de fiesta. Y es que los asistentes a la Gala do Albariño querían quemar la noche. La Guardia apenas logró hacer saltar alguna que otra chispa con su viaje a los ochenta. Soraya logró encender un joven fuego con sus canciones pegadizas. Pero fue El Porompompero del maestro el que logró hacer que la plaza se retorciese de emoción por primera vez. Tanto en su primer pase como en el segundo, Manolo Escobar abrazó sin complejos pueriles sus canciones de ayer, de hoy y de siempre. Y así, poco a poco, hizo desfilar ante el público al pintor Julio Romero de Torres y a su carro robado hace ya tantas noches. El que no pudo desfilar fue él. Una lesión le obligó a salir al escenario con muleta y lo sentenció a cantar sentado en un taburete. Con ese punto de apoyo logró Manolo Escobar mover el mundo que se concentraba en Fefiñáns, que se rindió a los pies de un profesional como la copa de un pino. Y olé.