El futbolista se juega la cabeza

Xurxo Fernández Fernández
xurxo fernández REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

30 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Hace cinco años, Petr Cech se produjo una fractura cerebral después de que su cabeza impactara con la rodilla de Hunt (centrocampista del Reading) al tratar de cazar un balón suelto. Desde entonces, el meta del Chelsea llama la atención por su chichonera. Un casco similar al que lucen algunos jugadores de rugbi y que pronto podría ponerse de moda en el fútbol.

Un estudio elaborado por una institución académica estadounidense revela que los habituales remates de cabeza afectan al cerebro de los deportistas. El trabajo fue expuesto en la última reunión anual de la Sociedad de Radiología de Norteamérica, celebrada en Chicago, y sirvió para constatar que «cuando se golpea con mucha fuerza un balón de fútbol con la cabeza, se producen cambios en el cerebro similares a los que causa un traumatismo».

El Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC) se hacía eco ayer del estudio y recogía el análisis de Michael L. Lipton, directivo del Albert Einstein College of Medicine y director médico de los servicios de resonancia magnética del Centro Médico Montefiore de Nueva York. El experto explica que «la velocidad a la que viaja la pelota en el fútbol profesional es casi el doble que la del amateur» y que «rematar con la cabeza no tiene un impacto capaz de dañar las fibras nerviosas del cerebro, pero hacerlo de forma continuada, sí».

Lipton destaca que según la documentación aportada, «algunos jugadores realizan más de cinco mil cabezazos por año, gran parte de ellos durante los entrenamientos».

Resonancias magnéticas

Sobre esta base se realizó un completo trabajo de investigación que requirió del uso de un sistema de resonancia magnética para captar imágenes cerebrales. Así se observaron «cambios microscópicos en las fibras nerviosas que componen la materia blanca del cerebro llamadas axones, que actúan como cables de comunicación entre diferentes regiones».

Según recoge el SINC, durante el proyecto se escanearon los cerebros de 32 futbolistas no profesionales, con una media de edad de 31 años, que habían practicado este deporte desde su infancia. Compararon las imágenes de aquellos que realizaban más cabeceos con el resto. De este proceso, se llegó a un resultado que detalla Lipton: «Entre los dos grupos se observaron diferencias en cinco regiones del cerebro, en el lóbulo frontal y en la región témporo-occipital». Y de ahí a la siguiente conclusión: si un futbolista cabecea entre 1.000 y 1.500 veces al año, la actividad de las fibras nerviosas de determinadas regiones se ve afectada.

El equipo que desarrolló el trabajo recomienda un especial cuidado con los remates en un deporte que se ha convertido «en el más popular del mundo» y cuya práctica está muy extendida entre los niños. No aporta sin embargo ninguna solución a estas lesiones cerebrales. Cech encontró la suya en el rugbi.