«El Pazo Baión fue un reto; los nuevos dueños no son señoritos»

Elena Larriba García
Elena larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

La restauración de este complejo ilustrará las felicitaciones de Navidad del estudio de Portela

13 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El Atlas Phaidon incluyó una de sus obras -el cementerio de Fisterra- entre los mejores proyectos de la arquitectura del siglo XXI. Su huella creativa se extiende por toda Galicia, España, Venezuela y Japón, un país, el del sol naciente, que ha dado cinco premios Pritzker y requirió su maestría creativa. César Portela (Pontevedra, 1937) es reconocido internacionalmente como uno de los grandes arquitectos contemporáneos españoles, al tiempo que otros nombres destacados del panorama extranjero dejan su impronta en Galicia. En este momento, sobre su mesa de trabajo están los proyectos de la Estación Central de Valencia, la nueva terminal de Peinador, la torre de control del aeropuerto de Sharm el-Sheikh (Egipto), la futura estación intermodal de A Coruña y también la del Prat de Llobregat. Y entre las obras más recientes realizadas figuran el Palacio de Congresos de Vigo, el Museo de Historia Natural de Galicia, el Parque de los Toruños de Cádiz y la restauración del Pazo Baión, en Vilanova.

-¿Restaurar un símbolo de la lucha contra el narcotráfico, como Pazo Baión, fue un reto?

-Es un proyecto que me gustó y va a ser este año el christma de Navidad de mi estudio. Tanto el programa como el territorio fueron importantes en esta obra. Era un Pazo con una historia muy mala, había sido de un narcotraficante y tenía ese marchamo un poco trágico, al que había que darle la vuelta. La cooperativa de trabajadores que lo compró en subasta quería, además de producir vino, desandar ese mal fario que tenía el lugar, empleando incluso a gente que fue drogadicta para su reinserción. Fue un reto porque los nuevos propietarios no son señoritos con mucho dinero y había que medir muy bien todas las actuaciones para conseguir el máximo efecto con el mínimo coste posible. En la primera fase se actuó mucho en el territorio y dimos mucho protagonismo a la vegetación. Queda pendiente para una segunda fase el interior del Pazo y la antigua bodega.

-¿Un estudio de tanto prestigio como el suyo siente menos la crisis?

-Esta crisis la sentimos todos porque no solo es económica, de trabajo financiera. Yo creo que esta es una crisis ética y moral. Y, seguramente, son más importantes los problemas de fondo éticos y morales que la originaron. La falta de principios, el creer que el mundo es ilimitado y todo es posible, generó estas hipotecas y cuentas basura, que es lo que está ahora asfixiando la economía.

-¿El colectivo de arquitectos tuvo su cuota de responsabilidad en la burbuja inmobiliaria ?

-Mucha, mucha. Siempre se busca a un único culpable porque así nos quedamos todos muy tranquilos. Pero en este caso, creo que la culpa es de toda la sociedad. Aquí todos miramos para otro lado y no quisimos ver que no era posible aquel nivel de vida, dando millones los de arriba y los de abajo hipotecándose también en millones que no tenían.

-¿Se siente profeta en su tierra?

-No soy profeta en mi tierra. Me gusta mucho vivir en Pontevedra, pero eso no quiere decir que no sea crítico porque entonces dejaría de ser yo, y eso sería lo último. La crítica es necesaria para saber donde está cada uno en cada momento. Hay cosas que es imprescindible criticarlas, como es importante admitir las críticas que le hacen a uno, ya sea para reafirmarte o para reconocer que otros tienen razón.

-¿De qué proyecto está más orgulloso?

-Los proyectos son como los hijos, los quieres a todos aunque sea de una manera distinta por las circunstancias. A veces quieres más a los que más problemas te dieron. En mi profesión, te das cuenta de lo importante que es mimar las cosas cuando no tienes un presupuesto importante. Casi todos mis proyectos, aún siendo grandes proyectos, fueron muy ajustados de presupuesto. Yo me encuentro más satisfecho cuando tengo un presupuesto muy bajo y consigo, a pesar de ello, hacer una obra brillante.

-¿Qué me dice del okupa que vive en el cementerio Fisterra que usted diseñó?

-Me parece un tipo muy inteligente y muy sensible, porque eligió un sitio fantástico para instalarse. Le envidio.

-Aeropuertos, puentes, estaciones de tren y autobuses. ¿Se ha especializado en grandes obras de comunicaciones?

-Fue casualidad. Yo siempre tuve admiración por los ingenieros de caminos e industriales. En la arquitectura que hacen van a lo esencial, a que funcionen las cosas. Y los arquitectos, además de que funcionen, buscamos la belleza. Pero muchos ingenieros a lo largo de la historia tenían las dos cualidades. Admiro ese tipo de arquitectura y de alguna manera fui derivando.

-¿No hay competencia entre ingenieros y arquitectos?

-Los buenos arquitectos se entienden muy bien con los buenos ingenieros. Los que no se entienden y compiten son los malos arquitectos y los malos ingenieros.

-¿Y de vez en cuando no le apetece hacer una casita pequeña?

-Hice muchas y ahora estamos con una para un compañero del estudio. Me encanta hacer casitas, lo que pasa es que hay limitaciones. Tiene que ser para gente con la que congenie o tenga una sensibilidad parecida a la mía. Cuando me encargan una les pido que miren antes otros proyectos que hice. Yo puedo adaptarlas a los que van a vivir dentro, pero hay una manera de expresar, de emplear los materiales, de entender la luz o el color, que a lo mejor a ellos no les gusta. Y hay principios a lo que yo no puedo renunciar.

-¿Quienes son sus referentes en la arquitectura?

-Yo aprendí tanto de arquitectos como de maestros de obra, y de mis clientes también. De Galicia citaría a Bar Boo y a Andrés Fernández Albalat. Me influyeron Louise Kahn, Le Corbusier, Mies Van der Rohe y mi amigo Aldo Rossi. Hay decenas y decenas de buenos arquitectos de los siempre se te pega algo.

-¿Y qué opina de la Cidade da Cultura como aportación de figuras internacionales a la arquitectura gallega?

-Me gusta más la plaza del Obradoiro, de la Quintana, de Platerías y la catedral por dentro, que la Cidade da Cultura.

-¿La buena arquitectura siempre es espectacular?

-La buena arquitectura acaba siendo espectacular, pero no porque busque el espectáculo por el espectáculo. Una casita pequeña también puede ser espectacular por cómo está elegida la escala, cómo está situada en el terreno, las proporciones que tiene, por cómo juegan la luz o el color.

césar portela fernández-jardón arquitecto

«El okupa del cementerio de Fisterra me parece un tipo muy inteligente»

«Esta crisis la sentimos todos; no es solo económica; también es ética

y moral»

«Los buenos arquitectos se entienden bien con los buenos ingenieros»