La protectora denuncia el hallazgo de una yegua moribunda en Fontefría

laura v. vilagarcía / la voz

AROUSA

01 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El monte Xiabre es conocido desde hace tiempo como uno de los puntos más conflictivos en cuanto al maltrato de caballos se refiere. En la mañana del martes, un nuevo caso de este tipo de tortura animal fue detectado en Fontefría por un grupo de voluntarios de la protectora de animales de Vilagarcía.

Los trabajadores recibieron una llamada que alertaba del mal estado del équido, ya moribundo, y desplazaron a una parte de su personal para examinar la situación. Cuando llegaron al lugar de la emergencia se encontraron con una yegua con una pata rota y con claros signos de abandono y desnutrición. Tras una revisión veterinaria se determinó que el miembro se encontraba ya en estado de putrefacción y se tomó la decisión de volver al día siguiente para recoger al animal y llevarlo al centro donde procederían a su sacrificio.

Cuando los voluntarios volvieron ayer a por el animal, este ya no estaba en el lugar y algunas marcas en el suelo denotaban que alguien, presuntamente su dueño, lo había desplazado a otro lugar. Desconociendo la identidad de este individuo, a los trabajadores de la protectora no les queda más remedio que esperar que, sea quien sea, haya dado al animal una muerte digna después de tanto sufrimiento. Este tipo de situaciones tienen lugar debido a la ausencia de identificación de la gran mayoría de caballos salvajes que pueblan los montes gallegos.

Los problemas del microchip

A finales del año pasado, un estudio de la dirección xeral de Produción Animal, dependiente de Medio Rural, estimaba que el número de caballos que pastan libremente en las montañas de la comunidad estaba en torno a los 20.000 o 22.000 ejemplares. Por otro lado, en el 2009 otro estudio contabilizaba únicamente a 1.580 animales identificados, sin olvidar que cada año nacen aproximadamente 5.000 potros.

Estas cifras muestran una realidad desoladora. Sin un microchip, pulsera, o cualquier otra marca que identifique al animal, es imposible exigir responsabilidades a su dueño en caso de maltrato, como en esta ocasión, o en caso de que el équido cause algún tipo de destrozo en el entorno, algo que comuneros y cazadores están hartos de sufrir.

La responsabilidad que conlleva y el dinero que supone, hace que muchos ganaderos se resistan a implantar los microchips en sus animales, pero desde marzo del 2010 una ley les obliga a hacerlo. Lo realmente injusto es que la protectora tenga que hacerse cargo de todos los problemas que algunos inconscientes provocan.