Los astilleros de Hijos de J. Garrido, de O Grove, siguen gestando una dorna que se ha dado en calificar de «única» en el sector de la embarcación tradicional. Sara, así se llama el barco, nace para la náutica de ocio y como exponente de la reivindicación de la madera frente a las fibras sintéticas, y persigue revitalizar la más típica de las embarcaciones tradicionales gallegas: las dornas, herederas de los barcos vikingos.
Sara
tiene la forma de una dorna de tope aunque con una eslora de 8,60 metros y una manga de casi tres metros, que permiten dotarla de una cabina habitable con cabida para dos literas y tres camas, baño, cocina, mesa plegable y otras comodidades como agua caliente, ducha y televisión. Servicios todos ellos impensables en una dorna convencional.
El barco armará un aparejo Marconi con mayor, foque y trinquete en un bauprés de 1,50, con toda la jarcia de maniobra desviada a la bañera, en la que destaca la bitácora, con rueda hidráulica, en la que van integrados plotter, radar y sonda, y dispone de piloto automático, entre otros equipamientos técnicos.
La cubierta es de teca y el casco es de madera en caoba, que dota al casco de una gran firmeza. La quilla llevará un lastre de unos 800 kilogramos. Monta un motor de eje central de 33 caballos y sobre la cubierta se incluye una embarcación auxiliar neumática con motor. En la parte eléctrico, esta dorna también incorpora la última tecnología.
Tradición y modernidad
Sus promotores destacan el hecho de que Sara constituye una fuerte apuesta por introducir la belleza ancestral de las embarcaciones tradicionales de Galicia en el mercado de ocio. Se construye sin ayudas institucionales «a pesar de que puede, sin duda, significar el relanzamiento de las carpinterías de ribera con producto esencial y formalmente gallego». Una industria, la carpintería de ribera, que ahora trata de relanzar la Xunta para promover la flota de madera.