Rayos, nieve y cambio de avión, en un viaje accidentado

AROUSA

22 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

La voz del comandante sonó cuando el avión que desplazaba al Extrugasa a Moscú llevaba ya una hora en el aire: «Señores y señoras pasajeros. Lamento informarles que debido a un problema técnico debemos regresar a Barajas». El problema técnico al que se refería el piloto tuvo diversas versiones: comenzó siendo una avería en el tren de aterrizaje, pero finalmente uno de los azafatos confesó a Marcos Domínguez que el daño estaba en el motor. La visión de una notable cantidad de camiones de bomberos escoltando el aterrizaje de la aeronave en Barajas ayudó a confirmar que la avería era importante, aunque finalmente no sucedió nada.

Bueno, suceder sucedió que se acumularon tres horas de retraso en el vuelo y que el conjunto vilagarciano llegó a su hotel pasadas las once de la noche, hora de Moscú, después de haber partido de Vilagarcía a las cinco de la lluviosa madrugada de ayer.

En realidad, el desplazamiento ya comenzó siendo movido. La entrada de las vilagarcianas en su autobús fue saludada con algunos rayos, que también acompañaron a la expedición en el momento de embarcar en el avión en Vigo. De hecho, el despegue fue movidito y algunas de las jugadoras arousanas ya lo pasaron mal desde el principio.

En Madrid las cosas fueron más o menos según lo previsto. Hasta que el comandante nos dio el susto. Después, regreso a Barajas y una de las situaciones surrealistas de la jornada: todo el pasaje tuvo que pasar de nuevo el control de seguridad. Como si alguien hubiera podido preparar un arma de destrucción masiva en el trayecto desde la escalerilla del avión averiado a la sala de espera. Una espera que se prolongó durante una hora y que fue aprovechada por Jo Hill y María Asurmendi para disputar un partidillo de frontenis usando una de las vidrieras del aeropuerto. A esas alturas, los pastelillos de Leslie Ardon (ayer hubo dos versiones: de piña y de chocolate) ya habían volado porque una de las características de buena parte de la plantilla del Extrugasa, incluimos aquí al cuerpo técnico, es que tiene un apetito considerable. Entre el tenis y los pastelillos se hizo más amena una espera que amenazaba con convertirse en interminable ante el ataque de humorista incontrolado de Jordi Aragonés.

A las 13.30, tres horas más tarde de lo previsto, de nuevo todos al avión. Media hora más tarde despegamos en un vuelo que, ahora sí, no tuvo más incidencias que la asombrosa capacidad de ingerir bebida de unos rusos que parecían querer emular a Melendi. Casi cinco horas duró el trayecto hasta Moscú. Sobrevolamos la ciudad para dirigirnos al aeropuerto de Domodedovo donde aún nos esperaba la penúltima sorpresa.

Llegaba el control de pasaportes. A la velocidad que acostumbra a tener un control de pasaportes. En definitiva, otros veinte minutos más de espera y por fin salimos todos. ¿Todos? No. Faltaba Marina Kress. A la bielorrusa no le daban el permiso definitivo para entrar en Rusia y hubo de nuevo momentos de tensión porque todavía están muy recientes todos los problemas que surgieron con sus papeles y que retrasaron su llegada a Vilagarcía. Al final, tras otros veinte minutos, todo se solucionó. La versión oficial fue que hubo un problema informático. Habrá que esperar qué sucede cuando marchemos.

Por fin, ya estábamos listos para afrontar los siete grados bajo cero de Moscú. Todos con gorro, exceptó Isaac Fernández. Y a la salida del aeropuerto, las primeras fotos con la nieve mientras esperábamos el autobús. Después, otros tres cuartos de hora de viaje hasta llegar al hotel.