«Cando os recollemos só lles quedaban doce horas de vida»

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso VILAGARCÍA

AROUSA

Reportaje | Patrón de barco que rescató a 26 inmigrantes La tripulación del «Montfalcó» subió a su barco a los 26 ocupantes de una patera y convivió con ellos cinco días. El cambadés Rubén Vázquez era el patrón de este pesquero

04 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

La casualidad quiso que esa noche, la del pasado 25 de mayo, fueses el cambadés Rubén Vázquez el que estaba de guardia en el Montfalcó . Se encontraba a 102 millas de la costa de Malta y a 90 de la de Libia pescando atún vivo mediante jaulas cuando «vin unha luz que non se correspondía con nada do barco», relata. Este es el principio de una historia en la que, una vez más, un barco tripulado por gallegos se convierte en el salvador de los ocupantes de una patera. En esta ocasión, fueron 26 las personas, naturales de Costa de Marfil, que lograron sobrevivir. La primera reacción de este cambadés fue la de pedir a los inmigrantes que no subieran al barco. Era de noche y, a esas horas, resulta difícil distinguir entre piratas o náufragos. Ataron la pequeña barca al Montfalcó y, tras comprobar que no había mujeres ni niños a bordo, les mantuvieron allí toda la noche. Con la luz del día «vimos o barco no que viñan, que tiñan entre 20 e 35 anos e que estaban en perfecto estado. Como ía vir mal tempo, ás once metémolos a bordo», añade. La patera la describe como «a unha embarcación de fibra, moi pequena, pero cun bo motor». Por eso sostiene que, en realidad, «foron eles os que nós abordaron a nós porque ían máis rápido». Tenían gasolina para otras doce horas pero «ese día empezou o temporal» y si no los hubiesen subido, «só lle quedaban doce horas de vida», pues el barco no habría resistido. Sin respuesta La tripulación, que estaba formada por dos asturianos y cuatro gallegos, creció, de repente, hasta las 32 personas. Pidieron ayuda primero a Malta y, después, a Libia. Pero ambos se negaron a acogerlos. Tres días después, no había una solución y optaron por poner rumbo a España, pues tenían la gasolina justa para llegar. Mientras los diplomáticos buscaban una solución, 32 personas se esforzaban por convivir a bordo del Montfalcó . «Tiveron un comportamento excepcional, eran educados e facían canto lles mandabas. Non tivemos nin un so problema», relata Vázquez. Primero los instalaron en la popa, pero hacía mal tiempo y se mojaban. Poco después otra embarcación les retiró las jaulas y pudieron acomodarlos mejor. Según Vázquez, uno de los que peor lo pasó fue el cocinero «que andaba a trompicóns». Tenía que «levantarse dúas horas antes todos os días para facer de comer» y arreglárselas con lo que había. Asegura que nunca temieron por los alimentos, que había más que suficiente, aunque los inmigrantes mostraban «un bo apetito». Lo peor fueron las condiciones higiénicas, «porque non podíamos ducharnos e tiñamos que racionar a auga», añade. Entre el francés y el inglés que chapurreaban los inmigrantes pudieron conocer que su máxima aspiración era llegar a España o a Italia y no querían saber nada de los países africanos. «Cada vez que virabamos o barco preguntaban ¿donde?», asegura. Muchos venían a trabajar y otros «querían estudiar». Cuando los encontraron, llevaban dos días en el mar. La solución llegó por fin por parte de las autoridades españolas, «salvamento marítimo portouse moi ben, estivo preocupado pola situación en todo momento e pediunos que tiveramos paciencia», afirma el cambadés. Cerca de la isla italiana a de Pantelleria, los inmigrantes fueron desembarcados en el Clara Campoamor. Antes, el patrón se vio obligado a contarles una pequeña mentira. «Cando pasamos cerca desta illa estaban moi expectantes e fun a xunto deles e lles dixen que era Túnez, para evitar que quixeran saltar pola borda», asegura. Poco después, las autoridades se hicieron cargo de ellos. Tras la aventura, Vázquez renunció a su cargo y, ayer estaba en Tarragona arreglando unos papeles. Ahora recuerda que «foi un tremendo follón porque ninguén se quería facer cargo deles», pero está pensando en pasarse por el centro de la Cruz Roja en el que los han instalado. Quiere despedirse de ellos.