Competencia

AROUSA

AREOSO | O |

12 ene 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

ESTÁN las vendedoras de las plazas de abastos más que enfadadas por la idea de que los marineros puedan comercializar sus propias capturas. Aseguran que la venta de pescado en lonja directamente a los vecinos supone una competencia desleal para ellas, pues los precios serán mucho más baratos. Como en el caso de los bazares chinos, que tantos desvelos causan a a nuestros comerciantes, creo que el problema pasa porque, sencillamente, estas vendedoras temen terriblemente algo que nunca han tenido: la simple competencia. Me explico. Esta menda, que es novata en estas lides, ha probado en un par de ocasiones a hacer la compra en este tipo de recintos. Sino se cuenta con el asesoramiento de una experta compradora (tarea que las madres desempeñan a la perfección) una se va siempre con la idea de que la han engañado. Primero porque nada tiene indicado el precio de venta y preguntar por él implica una discusión de dos horas explicando los motivos por los que no estás dispuesta a pagar eso por una materia de lo mejorcito. Segundo porque las que saben discutir el precio acaban ganado y tu, pardilla de turno, tienes la sensación de ser la única en toda la plaza que está pagando lo que le piden. Tercero, porque la picaresca está al orden del día y lo de «recién llegados», eso se aprende con la experiencia, es más que relativo, al igual que el «son de la ría». Y en cuarto lugar porque el recinto tiene un horario de trabajo que ya lo quisieran para sí los funcionarios. Más allá de la una de la tarde, es imposible encontrar nada, pero la culpa será de las clientas que no sabemos madrugar. Con esta atención al cliente yo me pregunto ¿de verdad creen que tienen algún futuro? Yo he optado por las grandes superficies. Los productos tienen el precio y una etiqueta, que nunca miente, en la que se explica el origen. Y nadie me obliga a relear , que lo odio.