Constructores

AROUSA

AREOSO | O |

31 oct 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

SUPONGO que somos muchos los que alguna vez nos hemos visto inmersos en el maravilloso proceso de comprar un piso en obra. Ese que comienza con la visualización de planos mientras te prometen el oro y el moro sobre todos los cambios que podrás hacer para dejar tu nueva vivienda a tu gusto y que finaliza cuando, harta de intentar que te hagan caso, desistes de modificar nada. Primero porque cualquier tontería que hagas a mayores te supone una inversión sólo apta para los bolsillos más llenos. Y, en segundo lugar, porque muchas veces llegas a la conclusión de que la discusión ya no merece la pena. Pues bien, una piensa que este tortuoso proceso se termina una vez que te entregan las llaves del piso. Craso error. Tengo una amiga que tuvo la suerte de comprar su piso cuando ya estaba completamente terminado. Se evitó todo el lío de elegir cómo sería su nueva vivienda, pero tampoco logró salir victoriosa del proceso. Su problema comenzó a los pocos años de instalarse en su nueva casa. Las grietas que aparecen cuando se asienta el edificio tardaron, por lo menos, varios meses en ser borradas por los correspondientes obreros. Pero estas pequeñas reparaciones de nada sirvieron y, cuando todavía no había saboreado las mieles de su victoria (pues había conseguido que su constructor le hiciera caso), los fallos volvieron a aparecer. Lo hicieron en forma de humedades y otros defectos que asomaron a sus paredes. En lugar de asumir su culpa, el artista que construyó las viviendas se hizo de muros, como se suele decir, y ni siquiera se molesta en contestar a sus llamadas. Ahora, la comunidad de vecinos ha decidido que no compensa presentar la correspondiente denuncia, porque el juicio saldría más caro que las reparaciones y, a ella, no le queda más remedio que pagar de su bolsillo las obras. Y yo, propietaria en ciernes, me veo dentro de unos años haciendo el mismo desembolso.