AREOSO | O |

27 jun 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

LO GALLEGO vende. Está claro que nuestros productos han conseguido situarse entre los mejores de España y que Galicia se asocia con sinónimo de calidad. Tanto es así que muchas empresas no dudan en defraudar y, así, nos encontramos pimientos de padrón que jamás han pisado la tierra de Rosalía o terneras gallegas que jamás han cruzado el Padornelo -hacia Galicia se entiende-. Luchar contra el fraude es necesario para evitar que se deteriore la percepción de calidad que el consumidor tiene de nuestros productos. Pero sigo creyendo que el principal problema lo tenemos dentro de nuestras fronteras. No es lógico que mientras nuestros vinos se codean con los mejores en todo el mundo, en ciudades como Barcelona el caldo gallego se siga asociando con los turbios, ese líquido que todavía triunfa y que sale de Galicia. Y no es lógico que, en tierras del albariño, los turistas se conformen con degustar «viño da casa» que a saber con qué se elabora. Acabar con nuestras malas prácticas debería ser el primer objetivo. Después, ya perseguiremos al resto.