MAR DE FONDO | O |

16 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

NO SÉ si les habrá pasado alguna vez eso de comprar un producto y, en poco tiempo, ver cómo se deteriora sin razón aparente. Es entonces cuando una se arma de valor -que esto de reclamar no se le da nada bien- y decide ir a la tienda donde compró el mencionado producto para pedir que, por lo menos, se lo reparen. Como puede, explica lo sucedido esperando que la dependienta se haga cargo de la situación. Pero en lugar de conseguir el apoyo de la que una vez fue una amable y simpática vendedora, se encuentra con una persona enfurecida que no duda en intentar ponerla en ridículo delante de sus otras clientas. Y sólo después de mucho insistir -y de contenerse las ganas de tirarle el producto a la cara- consigue que la tendera dé su brazo a torcer y acceda, por lo menos, a reparar lo que se ha estropeado. Es entonces cuando recuerda que si esto mismo hubiera sucedido en una gran superficie seguro que, por lo menos, habría tenido algún directivo al que explicarle que su vendedora era una maleducada, además de que por supuesto su reclamación habría sido atendida sin pensar que se estaba tratando de engañar a nadie. Cada vez que una se encuentra en un caso de estos se acuerda de todos aquellos que recomiendan sin parar que las compras deben hacerse en el comercio local. Ese tan cercano y que tan buen servicio ofrece al cliente. Aunque ya se sabe que un caso no es representativo de todo un sector, lo cierto es que son este tipo de incidentes -y todos y cada uno de nosotros tenemos uno que contar-los que de verdad empañan la imagen de nuestros queridos comerciantes. El que abran bazares chinos en todas las esquinas o grandes superficies no es, en mi humilde opinión, uno de los mayores problemas del sector. El que una vaya a reclamar lo que considera justo y se encuentre con insultos y desconfianzas sí que hará que, por lo menos esta menda, no vuelva.