Una esperanza para Esperanza

AROUSA

AREOSO | O |

23 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

LA OFERTA municipal para los niños es, durante todo el año, más que abundante. En invierno la palma se la llevan las escuelas deportivas, donde centenares de pequeños juegan y se lo pasan en grande. En vacaciones, son los talleres de todo tipo y las ludotecas las que triunfan. Y, en verano, los concellos organizan incluso campamentos para ocupar el tiempo libre de los más pequeños. Lo mismo sucede con los colegios, que organizan todo tipo de actividades extraescolares. Y si uno prefiere pagar, la lista de quehaceres que le puede encargar a su hijo puede ser interminable, desde idiomas y deportes, hasta las socorridas clases de música o los apoyos para mejorar el rendimiento escolar. El problema surge cuando, desgraciadamente, el pequeño tiene algún tipo de problema, como una minusvalía. Entonces la mayoría de esas opciones se desvanecen y si estamos hablando de un pequeño con parálisis cerebral, el único recurso que les queda a muchos padres es escolarizarlo en el colegio más cercano durante unas horas al día. Es entonces cuando se vuelven fundamentales asociaciones como Esperanza. Ellos se encargan no sólo de cuidar al menor, sino también de enseñarles a su ritmo, de procurar que aprendan poco a poco y según sus capacidades y de tratar que no pierdan facultades. Son ellos los únicos que ofrecen esta labor y, para muchos padres, resultan imprescindibles. No sólo por la labor que hacen con sus hijos, sino también por el respiro que les conceden al cuidarlos durante una mañana o una tarde. Pero este tipo de entidades no se pueden financiar sólo con la aportación de los padres. Precisan la colaboración de todas las entidades posibles porque, al fin y al cabo, están cumpliendo una función que le correspondería ejercer a las distintas administraciones públicas.